La imponente casa de Altea que bien podría salir en la nueva temporada de 'Selling Sunset’

De las colinas de Hollywood a las de Mediterráneo. En el exclusivo complejo residencial de Altea Hills, en plena Costa Blanca, descubrimos una villa digna de aparecer en uno de los nuevos capítulos de Selling Sunset. 
exterior de una casa blanca y moderna de lujo construida sobre un acantilado

A falta del famoso cartel de letras blancas, es imposible no tener la sensación de estar viendo uno de los últimos capítulos de Selling Sunset (la archiconocida serie de Netflix) al observar el compendio de casas que coronan la Sierra de Bernia. Aunque aquí el porcentaje de estrellas por metro cuadrado es algo menor, poco tienen que envidiar las colinas de Altea a las de Hollywood. 

Y es que es en lo alto del complejo residencial de lujo Altea Hills donde se encuentra esta villa concebida en la década de los 90 por Carlos Gilardi. De diseño único y forma distintiva, la casa, adaptada a las necesidades de sus propietarios –una pareja de holandeses (Gábor y Sander) con dos perros salchicha– por los arquitectos del estudio GV Arquitecnia, se abre al mar a través de un mirador de 180º. “Cuando tienes unas vistas tan mágicas, lo más importante es que el diseño interior se apoye completamente en una relación directa con el exterior”, nos cuenta el arquitecto Javier Guerri. 

En el salón, mural textil Living Coral de la artista Vanessa Barragao.

Mihai Schiopu.

Los propietarios de la villa, que necesitaba una renovación tanto estética como de distribución, no querían renunciar a la personalidad única de la construcción. “El reto estaba en hacer el acoplamiento lo más natural posible”, asegura Javier. Tras eliminar la carpintería original de color morado, las obras se centraron en aportar una paleta de colores neutra y redefinir la disposición de las estancias. “Decidimos darle al dormitorio principal una conexión total con la zona de la piscina y situar el baño en el lado norte para otorgar una mayor intimidad manteniendo la luminosidad y las vistas”. Un sueño que continúa en el resto de la vivienda y que se ve reflejado en una cocina de corte minimalista que se integra no solo con el salón, sino también con la profundidad del mar. “Conseguimos una ampliación visual de la zona de estar al despejarla por completo. Además, cada postura está conectada con la otra, pero, al mismo tiempo, su escala y su volumen determinan su importancia y su relación con las otras áreas”, nos explica Javier. 

Centro de arte

Los inquilinos, amantes del arte y grandes coleccionistas –en su haber tienen piezas de Vanessa Barragao, Jaume Plensa o Desiree Dolron–buscaban que la piedra angular de su futura vivienda fuera, precisamente, su recopilación de piezas fetiche. “La reforma se proyectó con la idea de no solo ser un hogar elegante, sino también un lugar el que el arte pudiera convivir con la arquitectura”. La elección de colores, nos aseguran, estuvo clara desde el principio: “Tenía que ser suave de suelo a techo. Las grandes paredes blancas funcionan como expositores a la vez que dan luminosidad al interior”. 

Mihai Schiopu.

Eficiencia energética

Otro de los requisitos de Gábor y Sander, originarios de Ámsterdam y con una fuerte conciencia ecológica, era hacer que la casa fuera energéticamente eficiente y sostenible. “Queríamos mostrar a la costa una villa renovada y actual, y esto pasaba por reducir todo el gasto energético”. La principal fuente de energía de la casa, que hasta ese momento había sido el gas, debía ser renovable, por lo que se decidió utilizar paneles solares en combinación con una serie de baterías que aprovecharan las condiciones climáticas de la zona. El diseño original ya proporcionaba “sombra en el interior durante el verano y sol durante el invierno gracias al tejado en voladizo", nos explica Javier, por lo que el punto de partida era bueno, "salvo por las ventanas de doble altura que remplazamos por un vidrio aislante a prueba del calor mediterráneo".

Así sería la casa de tus sueños si estuviera en Altea:

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