La casa de la coleccionista Jimena Blázquez en Menorca es una galería con vida propia
Cuando Jimena Blázquez visitó por primera vez, junto al interiorista Jean Porsche, las ruinas de esta casa de finales del siglo XIX, en pleno centro de Mahón, se llevó las manos a la cabeza. Llevaba veinte años cerrada a cal y canto y por su estado de conservación dudó hasta el final si debería comprarla o no. Asumió el reto, y se valió de su empeño y su pasión por la decoración y el arte para seguir adelante. “Le dije a mi marido que no se le ocurriera volver hasta que la casa no estuviera lista y que yo me encargaba de todo”, cuenta Jimena mientras nos recibe en el comedor junto a una mesa de madera lacada de Vittorio Dassi del año 1956 y un tapiz de Calder en la pared, de 1975, de yute de Guatemala. Casi dos años le han valido a esta gaditana, valiente y resuelta, para poner a punto su residencia veraniega –de aires coloniales y con marcadas influencias de sus viajes por Latinoamérica–, que ya se ha convertido en una de las casas más visitadas entre las socialités de la isla.
Una casa que respira diseño
Jimena es desde hace veinte años impulsora y directora de la Fundación Montenmedio de Vejer de la Frontera (Cádiz), un entorno que limita con el Parque Natural de La Breña y Marismas de Barbate, donde conviven –en medio de un bosque mediterráneo– una colección de artistas emergentes junto a obras de creadores internacionales consagrados como James Turrell o Marina Abramovic. Es justamente el criterio de su propietaria lo que hace que en cada estancia de su vivienda menorquina el mobiliario de diseño, como el de Gio Ponti, las lámparas de Murano, el suelo de Nolla o las piezas de artesanía mexicanas convivan con el arte contemporáneo de una manera casi orgánica. El arquitecto e interiorista mexicano afincado en Madrid Jean Porsche se encargó, entre otras cosas, de la distribución de la vivienda. “Una buena división de las estancias hace que la casa fluya, y fuimos viendo cómo cada rincón podía tener su propia personalidad, que era lo que buscaba Jimena: una casa de vacaciones donde estar con su marido Alexis y sus tres hijos (Olympia, Antonio y Sasha) y donde recibir con habitaciones de invitados distintas y bonitas. Por eso también sacamos lucernarios en todas las estancias”, explica Porsche. Durante la obra descubrieron que en Menorca los falsos techos esconden alturas, como la del cuarto principal, de hasta cuatro metros con vigas de madera. Aprendieron que los tejados se construyen sobre una estructura de tres capas: primero van las vigas, después las firas (segundo elemento estructural sobre el que cruza transversalmente la viga) y en tercer lugar el marés, que es la piedra de Menorca que se superpone a las firas dando forma a las cubiertas inclinadas.
Otro de los grandes retos de la casa fue la incorporación del suelo de Nolla en la entrada y su convivencia con el resto del suelo hidráulico original de las estancias principales. “En Mosaicos Nolla nos ayudaron a completar todo el proceso, con diseños recuperados y piezas nuevas para la entrada. Las paredes están también forradas del hidráulico que sobró, fue una idea que se nos ocurrió al diseñar el espacio de las escaleras que dan la bienvenida”, relata el interiorista mexicano.
Una oda a su México querido
Todos los rincones de la casa hablan de Jimena, de sus viajes, de sus pasiones y sus obsesiones. Desde el salón mexicano de la entrada, repleto de artesanía y arte de Michoacán (“incorporamos un banco de obra de formas orgánicas para darle movimiento al espacio y aprovecharlo mejor”, explica Porsche), hasta la cocina, donde recuperaron los muebles originales y la pintaron de rojo. “Me recuerda a cuando era pequeña, a la cocina que tenía mi madre en nuestra casa de Cádiz, es un homenaje a ella”, nos cuenta Jimena mientras prepara algo para comer junto a su hija Olimpia, la mayor de sus tres hijos, que a sus quince años ya es toda una promesa del violín. Los azulejos y muebles de la cocina, ilustrados por la artista Johina García-Concheso, descubren imágenes de frutas y verduras o mensajes de recetas; y en las puertas, los tiradores en forma de chiles delatan la obsesión de Jimena por el picante y la comida mexicana. “La primera vez que llegué a México me enamoré del país, de la diversidad entre lo ancestral y lo contemporáneo. Me gusta el movimiento que está habiendo de artistas, de músicos y coreógrafos, ¡me encanta el tequila y el mezcal y soy una loca del picante!”, relata entre risas.
Desde la cocina, se llega al jardín, un espacio inspirado en los riads de Marrakech que se fue ampliando con el tiempo, y poco a poco adquirieron el terreno del vecino para construir la piscina sobre el suelo de cerámica mudéjar hecha a mano. Un mural inspirado en la obra de Rembrandt El rapto de Europa, pintado por el artista gallego Román Padín, le añade el broche final al proyecto y pone de manifiesto lo bien que convive el arte en las casas de Jimena.