Una antigua imprenta de Sabadell se transforma en este precioso dúplex

Firmado por el estudio Nada, este proyecto se ubica en una remota zona industrial, dentro de un edificio de tres plantas construido a principios de los años 20.

Lo que buscaba la clienta era algo único, hecho expresamente para ella, y aspiraba a un ambiente de retiro dentro de un entorno urbano.

Sandra Rojo

“La propietaria sólo nos pidió tres cosas”, presenta Arcadi Martín, fundador, junto a Eduardo Covelo y Borja Hernández, de Nada. Y continúa: “Quería una vivienda de apariencia tranquila, con terraza, y un espacio separado como lugar de trabajo”. Venía de vivir en un piso edificado por una constructora “tradicional” y sentía que era una abeja en un panal.  El resto lo dejó al criterio de los interioristas y esto se nota en el resultado. Sin duda, los proyectos más brillantes acaban siendo aquellos en los impera la confianza.

Pura inspiración

“Al abordar este proyecto nos hemos fijado en la obra de John Pawson. Su trabajo es una referencia constante y a menudo aparecen fotos de obras suyas en nuestros moodboards iniciales. Precisamente, en uno de estos murales, también había una imagen de una obra de nuestro ex profesor Marcos Catalán. La clienta la señaló y dijo -busco sentirme como te sentirías aquí-. Ese fue el momento en el que nos dimos cuenta de que hablábamos el mismo lenguaje”, reconoce Arcadi.

Marcos Catalán es la referencia para esta reforma a dos plantas.

Sandra Rojo

Una imprenta de los años 20

Tras el cierre de la imprenta, en los años 60, se construyeron oficinas en la planta baja y la primera planta, y dos casas simétricas en la segunda planta. Dichas casas, que suman 188 m2, habían quedado anticuadas. Así que decidieron intervenir los dos apartamentos a fin de construir un hogar y un estudio, creando un nuevo nivel y manteniendo los usos de abajo.

Para que nos hagamos una idea, desde el portal de la calle se accede a otra escalera y un ascensor que sube directamente al segundo piso. Una vez allí, nos encontramos con un gran salón-comedor, mucho almacenamiento, una cocina, un lavadero, dos habitaciones dobles, dos baños completos y una azotea. Y, en la tercera flamante altura, hay un estudio, un despacho y un aseo.

La austera y minimalista paleta solo rompe sus reglas con las alegres obras de arte.

Sandra Rojo

Una vivienda zen donde fluye la luz

Dicho esto, tuvieron que derribar la antigua escalera, bajo el objetivo de encajar la gran estructura de acero que contiene la actual y el ascensor. Además, aprovecharon la altura que antes se perdía bajo la cubierta a dos aguas, con la finalidad de generar el nuevo nivel con entrada independiente a la de la casa.

Por otro lado, “perseguíamos una área amplia, llena de luz natural, conectada con el exterior por grandes cristaleras y sin nada que provocase la mínima estridencia”, explica el experto. 

Un espacio sosegado, donde meditar y descansar, pero también donde recibir visitas, trabajar y dar rienda suelta a su pasión: la pintura.

Sandra Rojo

A ver, la situación del edificio ofrece luz de mañana por el lado de los dormitorios y de tarde por el lado de la terraza. Por ese motivo, era crucial que ambas zonas estuvieran unidas, para que la luminosidad entre siempre en todas las estancias de la casa. 

El atardecer tiñe de naranja casi todos los espacios, y colorea con diferentes tonalidades a lo largo del día y de las estaciones del año.

Sandra Rojo

“Los reflejos son sugerentes y espectaculares. Debíamos aprovechar este privilegio y regalarle un ambiente eminentemente blanco para expresarse en todo su esplendor. En todas las estancias, la luz no se obstaculiza por ningún elemento, desde los huecos de fachada de los dormitorios, hasta los grandes ventanales del salón que dan a la terraza. El resultado es una impecable ventilación cruzada”, describe.

La cocina, blanca en su totalidad, dispone de una isla en medio, fantástica para trabajar, y destaca los colores de los propios alimentos.

© Sandra Rojo

El cromatismo de Sabadell y la madera wabi-sabi

El ejercicio se ha movido por el interés en la calma, y en los materiales de origen noble y natural. De hecho, toda la caja es nívea y está contrastada con madera en el pavimento, en los cerramientos exteriores y en el escaso mobiliario. Como sumatorio, va en la línea wabi-sabi. Es decir, que de alguna manera evoluciona con el tiempo, no es inerte, es viva y cambiante.

En el tratamiento de las fachadas hemos querido jugar con la paleta de la zona, tanto en el aspecto urbano, como en los árboles y patios que se intuyen. Deseábamos que, al mirar por las ventanas, todo tuviera sentido”, cuenta Martín.

Otra nota de color viene dada por el revestimiento de cerámica verde de los baños. Este tono conecta con la naturaleza y llena de vida las zonas más oscuras de la vivienda.

El interiorista añade que, por su parte, el granate “nos recuerda la terracota de las cubiertas y los materiales constructivos tradicionales”.

Un truco: en los servicios, también se han instalado grandes espejos que amplían y juegan con la perspectiva.

Sandra Rojo

Un challenge y mucho arte

El punto conservador lo encontramos en la caja de escalera, en la que han mantenido los paramentos originales, llenos de cicatrices y materiales constructivos, que explican diferentes épocas y el pasado del edificio.

“Lo dejamos muy bruto, sin enyesar, y simplemente lo pintamos con el mismo color de las fachadas, como si del exterior se tratase. No debía parecer una fracción del domicilio, sino un espacio de transición”, sentencia. ¿El desafío? Respetar el diálogo entre la preexistencia y la intervención.

Como cereza del pastel, hay seleccionadas y exquisitas obras de arte, fruto de la pasión de la propietaria por este universo creativo. El dúplex comprende obra original del artista sabadellense Agustí Puig y de Alfons Borrell, así como litografías de Miró -en el salón- y de Tàpies -en la cocina-.

Vista cenital de la mesa de la contundente mesa del comedor, que se camufla con el suelo en una señal de discreción.

Sandra Rojo

Nada falta y nada sobra

Sobre el estudio Nada, Arcadi puntualiza: “Nos vemos colaborativos y transversales. Como el propio nombre sugiere, nos cuesta definirnos en algo concreto: evolucionamos, nos adaptamos y, parafraseando a Rosalia, nos transformamos. Aspiramos a hacer espacios funcionales y perdurables, que mejoren la vida de las personas. No están sujetos a modas, ni a decorativismos”. Arcadi conoció a Eduardo y Borja en un Máster de Elisava, y hoy ya firman proyectos como el Apartamento Picasso, “una reforma integral de un pequeño piso en el centro de Barcelona que se realizó con muy poco presupuesto, pero de cuyo resultado estamos muy orgullosos”. O El Llogaret “19 casas adosadas al estilo de un pequeño pueblo mediterráneo reinterpretado, con una mirada del siglo XXI”, finaliza.

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