Bodas

Exclusiva: Naomi Biden sobre su boda en la Casa Blanca

“Estamos muy unidos a nuestras familias, así que siempre supimos que nos casaríamos en el jardín de alguien”, dice la nieta de Joe y Jill Biden
Naomi Biden habla en exclusiva de su boda en la Casa Blanca
LOOK DE PORTADA
Naomi Biden, con su vestido de novia de Ralph Lauren, y la primera dama, Jill Biden, de Reem Acra.
Fotografía tomada en la Casa Blanca por Norman Jean Roy para Vogue, invierno de 2022.

La noche del martes anterior a su boda, bajo la atenta mirada de un agente del Servicio Secreto, Naomi Biden, de 28 años, y su futuro marido, Peter Neal, de 25, bajaron de su vivienda en la tercera planta de la zona residencial de la Casa Blanca para ensayar el baile nupcial. El escenario era el suelo de mármol del Cross Hall y Naomi, en pijama y sin saber cómo funcionaban los altavoces de la Casa Blanca, puso en su iPhone "Still" de Elvis Costello para improvisar junto a su prometido un vals informal.

Unos días más tarde, a las 11 de la mañana del sábado 19 de noviembre, la joven pareja, ambos abogados –Naomi en el bufete Arnold & Porter de Washington DC, y Peter en el Centro Jurídico de Seguridad Nacional de Georgetown– contrajo matrimonio en un día frío y despejado en el Jardín Sur del complejo, ante 250 familiares y amigos. "Estamos muy unidos a nuestras familias, así que siempre supimos que nos casaríamos en el jardín de alguien", explica Naomi. "Creo que si mi abuelo no fuera presidente, probablemente habría sido en su casa de Wilmington o en el jardín trasero de la familia de Peter en Jackson [Wyoming]".

Con un vestido de Ralph Lauren de encaje de Chantilly de cuello alto y manga larga, y portando un ramo de guisante de olor y azucenas, Naomi caminó hacia el altar acompañada de sus padres, Hunter Biden y Kathleen Buhle, mientras un cuarteto de cuerda interpretaba "Bitter Sweet Symphony" de Verve. En los asientos se colocaron bufandas y manguitos blancos a disposición de los invitados para combatir los 4 grados de temperatura que azotaron la hora que duró la ceremonia, conducida por sendos reverendos de las iglesias de cada familia. Con un traje azul marino de tres piezas de Ralph Lauren, Peter escoltó a su esposa por las escaleras del Pórtico Sur –decoradas con hiedra, rosas blancas y hortensias– para presidir el almuerzo en el Comedor de Estado.

ENCUADRE PERFECTO
"Estamos muy unidos a nuestras familias, así que siempre supimos que nos casaríamos en el jardín de alguien", dice Naomi.


Llegada la noche, los invitados volvieron a la residencia para una recepción de etiqueta con baile, tarta y "todas esas cosas divertidas", dice Naomi, que acudió vestida con un diseño de satén color crema con escote palabra de honor de Reem Acra, acabado en una amplia cola que personalizó con perlas que de su abuela materna, Roberta Buhle, cosidas a mano. Los novios necesitaron una escalera para cortar la tarta de limón de dos metros de altura y ocho pisos con glaseado de crema de mantequilla, complementada por una barra de postres que incluía desde tarta de manzana (el dulce favorito del novio) hasta el helado con chips de chocolate que más le gusta al presidente, el de Graeter's. "Desde siempre ha sido muy de Breyers, pero hemos conseguido que suba de nivel y se pase a Graeter's", dice Naomi.

Desde 1800, solo se han celebrado 19 bodas y cuatro recepciones en el 1600 de la Avenida Pensilvania, incluyendo la de un presidente, Grover Cleveland, y las de nueve primogénitas. Naomi es la primera nieta que se casa en el histórico recinto. En 2008, Jenna Bush celebró aquí la recepción de su enlace (la ceremonia fue en Crawford, Texas, en el rancho familiar), pero la última boda a gran escala de un familiar del presidente fue en 1971, cuando Tricia Nixon se casó con Edward Finch Cox en el Jardín de las Rosas ante 400 invitados.

"Hay tanta belleza e historia en este lugar que quisimos rendirle un homenaje", dice Naomi, que se inspiró en los números antiguos de Time –comprados en eBay por Peter para su futura mujer– que recogieron las anteriores bodas celebradas en la Casa Blanca, como la de Tricia y las de las hijas de Lyndon B. Johnson, Luci y Lynda (en 1966 y 67). Por supuesto, casarse en la residencia más honorable del país también plantea sus propios reto: "Cuesta tener que pedirle a la gente su número de la seguridad social junto con la confirmación de asistencia", comenta Naomi.

Con la ayuda del planificador de eventos Bryan Rafanelli –a quien las bodas presidenciales no le son en absoluto ajenas: organizó la de Chelsea Clinton y Marc Mezvinsky en Rhinebeck, Nueva York, en 2010–, la pareja hizo todo lo posible por integrar los elementos históricos del entorno, como los adornos del techo del Cross Hall que incorporaron en el diseño de la invitación. "Nunca pensé que me importaría tanto el color de la letra de mi invitación de boda, pero creo que Peter y yo nos pasamos seis horas decidiéndolo" (eligieron el negro).

FAMILIA ILUSTRE
“Naomi tiene mucha personalidad y tenía toda la boda en la cabeza", cuenta la primera dama. “Fue muy divertido verla disfrutar con cada detalle”.


Norman Jean Roy

A Naomi le sorprendió que Peter fuera tan “friki de las bodas" hasta el punto, bromea, de tener verdadera “fijación con cada detalle", pero no le sorprendió la implicación de la primera dama, Jill Biden, a quien todos los nietos llaman “Nana”. Cuando les venció el contrato de arrendamiento de su apartamento en Washington DC, pidieron a Nana y al presidente si podían mudarse a su casa durante unos meses mientras planificaban la boda, junto con su pastor australiano mini, Charlie, al que se puede ver jugando a menudo en el Jardín Sur con el pastor alemán de los Biden, Commander. "Intento recordarme a mí misma que es la Casa Blanca, pero también se normaliza con el tiempo", dice Naomi.

Esta proximidad, tanto geográfica como emocional, es de lo más normal para Naomi, que ha vivido a menos de un kilómetro y medio de sus abuelos durante la mayor parte de su vida: "La relación no ha cambiado mucho", dice Naomi. “Cuando estaba en secundaria, vivíamos muy cerca, y ellos venían a vernos a todos los partidos y a las obras de teatro del colegio. Seguimos haciendo las mismas cosas. Siempre ha sido así”. Por supuesto, las actividades familiares más mundanas, como las noches de cine, las celebran ahora en una sala de proyecciones de la Casa Blanca, con palomitas recién hechas y el Servicio Secreto a sus espaldas. Hace poco vieron –y les encantó– Top Gun: Maverick, y Naomi ha aprendido ‘a palos’ a elegir mejor las películas que ven en familia después de algunos visionados incómodos, como cuando vieron juntos Si fuera fácil el verano pasado en Camp David. "La escena inicial, ay, Dios mío, me quería morir", dice avergonzada. 

"Ahora estamos organizando la boda juntas, y ella se ha involucrado muchísimo", dice la novia sobre el tiempo compartido con Nana. “Naomi tiene mucha personalidad y tenía toda la boda en la cabeza", dice la primera dama. “Fue muy divertido verla disfrutar con cada detalle”. Tales pormenores se discutían por la noche con una copa de vino en la mano –Cabernet para la Dra. Biden, Sancerre para Naomi– o  bien compartiendo clases de entrenamiento en barra y SoulCycle en Georgetown. "Se apunta a todo sin problema, es bastante así", revela Naomi.

"Sé que perdió el sueño cuando le dije que pensaba servir sándwiches de pavo en la comida", continúa Naomi (modificaron el menú en favor del pastel de pollo, como sorpresa para el padre de la novia, ya que es el plato favorito de Hunter y el que la Dra. Biden le cocina todos los años en su cumpleaños). Pero lo más importante era poner las cosas en perspectiva: "Me ha insistido mucho en que cada vez que me entre ansiedad por las cosas de la boda me tome un respiro y recuerde que es solo un día más para Peter y para mí en el que vamos a estar rodeados de la gente que queremos", explica Naomi. “Me ha enseñado mucho a ser independiente y autosuficiente. Pero eso no significa que no pueda ser también una compañera desinteresada y leal como nadie” (cuando le pidió a la Dra. Biden un consejo matrimonial, lo único que le dijo a su nieta fue que "mantuviera su independencia").

MANOS A LA OBRA
"Como cualquier chica, tenía una idea en mi cabeza: el vestido de Grace Kelly me encantaba", admite la novia.


El jueves, día de la sesión de fotos preboda de Vogue, la Casa Blanca es un hervidero de preparativos. Rafanelli y su equipo entran y salen de varias dependencias para supervisar el montaje. En el Pórtico Norte, hay furgonetas blancas descargando bajo las columnas de estilo federal al tiempo que en el Jardín Sur se está construyendo el pasillo al altar. En el Salón Este, donde tendrá lugar el baile, meten con dificultad una telesilla azul para ayudar a colgar la iluminación y la vegetación; y en el Comedor de Estado se están colocando las mesas con la vajilla presidencial blanca y dorada.

Naomi accede a la Sala Verde rodeada de una colmena de actividad vertiginosa: peluquero, maquillador, estilista (Bailey Moon) y dos diseñadores de Ralph Lauren, Andrea y Lorenzo, que han venido a salvaguardar el vestido a medida, raudos a la hora de meterse en cámara y ayudar a esponjar y alisar la falda de organza mille-feuille, charmeuse y crinolina.

"Como cualquier niña, tenía una idea en mi cabeza: me encantaba el vestido de Grace Kelly", admite Naomi, que con sus cejas a lo Audrey Hepburn y su pelo color miel nada tiene que envidiarle a la princesa de Mónaco (al fin y al cabo, una boda en la Casa Blanca es la versión estadounidense de una boda real). El velo de organza de seda de largo catedralicio con cenefa de encaje de Chantilly a juego se extiende cubriendo toda la alfombra azul y amarilla del ovalado Salón Azul y se producen aleteos nerviosos cada vez que sugerimos fotografiar a Naomi con él.

Mia y Asha, las dos mejores amigas de Naomi y compañeras de clase de Sidwell Friends, han venido desde Nueva York para la ocasión y ejercen de damas de honor, comentando lo majestuosa que está y ofreciéndole agua embotellada con una pajita para no estropear el maquillaje. Fue Mia, también abogada, quien presentó a Naomi y Peter en su casa de East Hampton en junio de 2018. Naomi quedó tan prendada del joven estudiante de Derecho –que había hecho prácticas en la Casa Blanca de Obama y trabajado en la campaña de Hillary Clinton en 2016– que le envió un mensaje de texto al día siguiente, mientras él iba en el tren de vuelta a sus prácticas de verano en DC, para sugerirle que se bajara en Wilmington y que, en su lugar, fuera a visitarla a casa de sus abuelos. "Lo hizo", dice Naomi con cierto aire triunfal (el taxista de Peter se quedó atónito cuando le dio la dirección: "¡Pero si esa es la casa de Joe Biden!").

Tres años después, Peter le propuso matrimonio en su ciudad natal, Jackson Hole (Wyoming), con un diamante talla esmeralda engastado sobre la alianza de oro de su abuela (la madre de Peter pidió al Servicio Secreto que tomara fotos con el iPhone de la ocasión). Mientras tanto, la familia de Naomi se había reunido por sorpresa en la casa familiar de Peter.

En la Casa Blanca, mientras una magnífica puesta de sol perfila el Monumento a Washington en tonos lavanda y rosa, las dos hermanas pequeñas de Naomi, Finnegan, de 22 años, y Maisy, de 21, entran en el Salón Azul, donde todo el mundo contempla maravillado el bello paisaje nuboso. En chándal, se tapan los ojos con las manos y de ahí que se muevan con torpeza: "¡No queremos ver el vestido antes!", repiten las hermanas. "¿Ya ha llegado Nana?".

PARA RECORDAR
Los novios junto a su tarta de ocho pisos –Naomi vestida de Reem Acra–, en el balcón de la Casa Blanca el día de su boda, celebrada el sábado 19 de noviembre. Foto: Corbin Gurkin.


No ha llegado aún, pero lo hará pronto. La Dra. Biden está hoy dando clases y viene directa a ponerse el vestido azul marino bordado en oro de Reem Acra y los zapatos de tacón de Jimmy Choo que llevará en la recepción (para la boda eligió un abrigo de crepé de lana verde azulado y un vestido de gasa de seda, también de Acra).

La primera dama sonríe cuando ve a Naomi; solo había visto el vestido en los bocetos y el encaje de su propio vestido de novia va cosido en el corpiño. "¡Oh, cariño!", dice con los brazos extendidos. (Al preguntarle por sus recuerdos favoritos de su propia boda, Jill Biden recuerda cómo "espontáneamente, Beau y Hunter, que eran pequeños en aquel momento, se pusieron en el altar conmigo y con Joe").

Ambas se sientan juntas en el sofá de seda con rayas color menta. El vestido de la primera dama va estructurado con un corsé, pero la doctora Biden asegura al equipo que está perfectamente cómoda y que puede hacer lo que necesiten: "Puedo moverme, pero no sé si mi vestido hará lo mismo", dice riendo cuando el fotógrafo de Vogue, Norman Jean Roy, le pide que se gire hacia Naomi. La canción "Cheek to Cheek" de Louis Armstrong suena en un altavoz portátil. Naomi apoya su cabeza en el hombro de su abuela.

"¡Os queda muy natural!", dice Roy divertido.

"Así es como nos sentamos siempre", bromea Naomi. Tras una pausa, añade: “A ver, en serio, es más o menos así, pero vestidas de otra manera”. 

Este artículo se publicó originalmente en Vogue.com. Traducción y adaptación: Esther Giménez.

Naomi Biden, nieta de Joe Biden, eligió un vestido de Ralph Lauren para casarse con Peter Neal en la Casa Blanca
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