Comparar a Carlota Casiraghi con un buen vino blanco sería demasiado fácil. Tampoco funciona unir su rostro –una mezcla perfecta entre las facciones de Grace Kelly y Carolina de Mónaco– a una fragancia tan clásica como la que atesora cualquier colonia de bebé o a la icónica imagen de Anita Ekberg sumergiéndose en las aguas de la Fontana di Trevi. Queremos hablar del concepto de clásico y no podemos. Queremos definir lo que transmite la belleza inmutable pero despreocupada de Carlota Casiraghi y nos quedamos en el intento.
Hablando de clásicos, la maison Chanel ha presentado su colección primavera-verano 2023 en París y Carlota –una de sus embajadoras– estaba invitada. Ha posado ante los medios de comunicación junto a Kristen Stewart. Hablando de parejas que no son clásicas, pero quizá deberían, y que ni siquiera quedan bien como amigas. La imagen en la que ambas posan entre juntas y separadas, con ganas pero tampoco muchas, resumen a la perfección otro concepto eterno: el chic o lo chic, según quién y cómo lo diga.
Del estilismo que Carlota Casiraghi ha escogido para la ocasión poco se puede decir. No porque no haya nada que comentar, sino porque hacerlo serían redundar en lo evidente. Es como decir que Casiraghi es guapa. Se queda corto, ni siquiera se acerca. Su traje de chaqueta de tejido de tweed de Chanel es, pues eso, un traje de Chanel –no hay firma que lo haga mejor–. Su manicura en cambio merece un breve análisis por eso de que hace no mucho, este verano, Carlota lució unas preciosas uñas en color coral que nos llevaron a pensar que la nieta de Grace Kelly se adentraba en territorios más vanguardistas. En el desfile de la maison ha desmentido cualquier afirmación al respecto. He vuelto a su esencia, a lo clásico: uñas redondas pintadas con un tono nude casi transparente. Nos ha costado definirlo pero nos hemos acercado. Lo clásico es, pues eso, clásico.
