Esta casa lleva la firma de David Chipperfield y es una fascinante oda a la luz y al diseño
Esta casa firmada por el arquitecto David Chipperfield en Múnich fue todo un reto. Es como la vida, que rara vez va en línea recta. Es una montaña rusa repleta de retos y obstáculos donde, en ocasiones, las cosas no salen como uno espera. Una realidad que tiene mucho que ver con el trabajo de un interiorista: unir la belleza y la energía para crear lugares que den pie a la vida, en el sentido literal de la palabra. Cualquier otra cosa sería como una obra de arte: increíble de ver, pero inerte. "Ir de la mano con un estudio como el de Chipperfield no es algo que ocurra todos los días", dice Robert Stephan.
El reto de una joya arquitectónica
Su tarea en este hogar fue dejar que la arquitectura del británico, con su capacidad de hacer fluir la luz en los interiores a través de enormes ventanales y claraboyas, se encuentre con entornos coherentes que sean adecuados para el uso cotidiano. "Nos acercamos a la arquitectura de David Chipperfield con gran respeto", comenta Stephan, "pero no de manera sumisa; se trató de una colaboración muy interesante y fructífera". El interiorista jugó con la distribución, en la que el terrazo blanco, la piedra natural y los elementos de madera (realizados por artesanos locales) determinaron el concepto global del diseño. En los amplios volúmenes con techos kilométricos –que Chipperfield había esbozado con su habitual sutileza– debían crearse espacios en los que, por una parte, se conservara su mística austeridad y, por otra, predominase la rutina. "La idea no era construir un museo, sino un lienzo donde poder dejar huella, un verdadero hogar para la familia y los amigos", comenta.
Por eso, las estanterías de nogal dejan a la vista piezas personales, las cortinas de lino filtran suavemente la luz entrante y acompañan a la textura de las paredes de yeso; en el suelo, los tablones de roble muestran cómo la vida familiar está latente, desgastándose para darle aún más personalidad a la estancia con el paso del tiempo. Para la decoración hubo carta blanca, con solo un requisito por parte de los propietarios: olvidarse de objetos intercambiables que se pudieran encontrar en cualquier otro lugar, todo un reto para el interiorista. Pero si alguien sabe de muebles inusuales y cómo adquirirlos, ese es un diseñador de interiores. A los dueños les gustaba Gio Ponti, aunque "el diseño italiano tiene mucho más que ofrecer", les dijo Stephan. En el jardín que rodea toda la estructura se han preparado varios escenarios para disfrutar de fiestas, días tranquilos, momentos felices... y para todo aquello que ocurra de forma improvisada. Como la vida misma.
Artículo traducido y adaptado por Ángela G. Cajigas de AD Alemania.