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Español contra francés: la lucha por ser el segundo idioma global

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Emmanuel Macron y Mariano Rajoy buscan recuperar el valor del idioma como instrumento de influencia ante el dominio global del inglés y el auge del mandarín

El valor económico del idioma español: ¡vaya tesoro!

Suena muy lejano, pero eso de estudiar francés en el bachillerato no es una cosa que les ocurriera a nuestros abuelos: le ocurrió a nuestros padres y a nuestros hermanos mayores. ¿No nos ocurrió a nosotros mismos, ahora que intentamos recordar?

«En 1981, el año que yo me saqué la plaza de profesor de instituto, el 80% o el 90% de los alumnos estudiaba francés. Para mitad de la década, la inmensa mayoría ya se había pasado al inglés. No hubo ninguna ley, fue un movimiento espontáneo. Los centros y los alumnos empezaron a elegir el inglés en cascada. Fue tan rápido el proceso que, a finales de la década, los institutos empezaron a inventarse unos grupos de segundo idioma para darles alguna tarea a muchísimos profesores de francés que se habían quedado sin alumnos».

El entrecomillado pertenece a Xavier Gisbert, uno de esos profesores de francés del antiguo BUP, catedrático de instituto y presidente de la Asociación Enseñanza Bilingüe. Gisbert, igual que muchos de los veteranos de aquellos años de cambio, también recuerda que los adolescentes españoles de 1981 tenían mucho mejor francés que el inglés con el que sus sucesores terminamos el COU. Un estudiante mediano tirando a bueno hablaba con corrección, leía los periódicos, podía ver películas... «Tampoco es extraño, el francés es un idioma romance, es más sencillo para los españoles que el inglés. Por lo menos, hasta cierto nivel».

Da un poco de pena, ¿verdad? Con lo bien que suena el francés.

Si, incluso aquí, en España, tenemos la tentación de la nostalgia francófona, ¿qué no ocurrirá en Francia? De momento, ya ocurre que el presidente de la República, Emmanuel Macron, ha anuncido (el mes pasado) un gran plan nacional dedicado a relanzar el idioma como lengua global. Para su discurso, Macron sacó la prosa de los días importantes, llamó a los profesores del idioma a ser «militantes del francés» y se comprometió a poner todo el orgullo nacional en la tarea.

Hay quien duda de sus palabras. El plan de Macron por el francés aún no tiene contenido ni presupuesto. Al contrario, el nuevo presidente prescindió del Ministerio de la Francofonía. Pero eso no significa que su proyecto carezca de lógica y de necesidad. «La gran baza del francés para seguir siendo un idioma internacional es África. África es el único continente en el que la población seguirá creciendo en el siglo XXI. Ni en América Latina ni en Asia crecerá, ni mucho menos en Europa o en América del Norte», explica el economista José Luis García Delgado, director del Atlas Económico del Idioma Español que editó el Instituto Cervantes.

Lo malo es que la posición de la lengua en África es problemática. Cualquiera que haya pasado tres días en Dakar se habrá dado cuenta de que el francés es en el África subsahariana un idioma que se lee, que está en los carteles y en los menús de los restaurantes, pero que apenas se escucha por la calle. Los taxistas y los camareros saludan «Çomment ça va?» a los europeos, en una versión un poco rudimentaria del idioma; sin embargo, entre ellos hablan en lenguas africanas. Algo parecido pasa en los países árabes: el uso del antiguo idioma colonial es más refinado pero, a cambio, no hace falta una lengua franca porque el árabe ya cumple esa función. Nada que ver con lo que ocurre en América Latina con el español.

La comparación del francés con el español es inevitable. Las dos lenguas compiten por ser el segundo idioma global del mundo por detrás del inglés. La prueba es que, en el mismo mes en el que Macron llamó a defender su idioma, el Gobierno de España presentó un programa muy parecido, dedicado a promover el idioma en el extranjero.

También aquí, el contenido de ese proyecto está sin aclarar. Se sabe que habrá exenciones fiscales para las empresas que lo patrocinen, que habrá embajadores del idioma español, que implicará a varios ministerios y que el organismo que lo coordine será Marca España. Poco más, por ahora.

¿Compiten realmente el francés y el español en el gran mercado de la educación? Y si es así, ¿qué ventaja tiene cada lengua?

Algunas respuestas están en Pittsburgh, en Estados Unidos, la ciudad en la que tiene sede Duolingo, la aplicación de móvil con más éxito entre las que ofrecen cursos de idiomas. Duolingo da clase de 23 idiomas, tiene 200 millones de alumnos y, como muchas de las empresas de su generación, produce estadísticas a partir de su clientela. Por ejemplo: ¿en cuántos países del mundo es el curso de español el más demandado? En 32. ¿Y el francés? En 36. ¿Y en cuántos países aparece el español en segunda posición? En 57. El francés es plata en 77.

Sin embargo, lo interesante es colocar a esos países en el mapa. Entonces, se descubre que el francés es fuerte en África y en otros territorios en los que ya es oficial como Canadá, además de Rusia, la India y los países hispanohablantes de América Latina. En cambio, el español tiene su demanda en Japón, China, Brasil, Europa y en los países de habla inglesa, incluidos los Estados Unidos. Menos territorios pero más ricos e influyentes.

¿Por qué estudiar español? La respuesta llega de nuevo desde Duolingo. «Cuando hemos preguntado a nuestros alumnos de español por su motivación, la respuesta más frecuente fue interés personal (68,2%), trabajo o negocios (18,2), para viajar (11,4%) y por interés académico (2,3%)», explica Burr Settles, responsable de investigación de la compañía.

Hipótesis: si los estudiantes de español son, en su mayoría, habitantes de países desarrollados que se apuntan a clase por satisfacción personal, un poco como los españoles que aprenden italiano... ¿podemos pensar que el francés, demandado en los países pobres, sigue siendo una inversión profesional, una manera de prosperar para millones de africanos? ¿Algo parecido a lo que ocurre con el alemán entre los españoles?

En Duolingo se disculpan porque no tienen estudios sobre motivación para los estudiantes de francés que confirmen esa presunción. Pero tienen más pistas. Por ejemplo, la vieja fama que acompaña al español de ser un idioma sencillo para los estudiantes extranjeros. «Hay una manera interesante de comprobarlo», responde Settles. «Podemos comprobar la dificultad de los ordenadores para aprender los idiomas. Doodle SyntaxNet, que es el sistema más sofisticado de este momento en procesamiento de lenguaje natural, acierta en el 98% de las palabras en español y el 96% de las palabras en francés. Para los 50 idiomas que descifra, la media de aciertos es del 94%. Y para el inglés, el porcentaje baja hasta el 90%». Y hay más: los estudiantes de español de Duolingo fallan en la ortografía del 15% de las palabras, mientras que los de francés se equivocan en el 18%. «La ortografía del español es muy clara, muy predecible: las palabras se escriben tal y como suenan y ése es un gran atractivo para los estudiantes», explica Settles.

Última pregunta: ¿cuánto se beneficia la economía de España porque haya dos o tres millones más o menos de estudiantes de español en el mundo? «El español ha sido la escuela de internacionalización para las empresas españolas. Eso también lo podemos medir», responde el economista García Delgado. «Las exportaciones de España hacia América Latina son cuatro veces más grandes de lo que corresponderían naturalmente. El flujo comercial es siete veces mayor».

El hecho de que esas empresas españolas se encuentren ahora o en el futuro con alguien que habla español en las compañías con las que hagan negocios en Alemania o en el Reino Unido no va a cambiar mucho sus posibilidades de éxito. Pero si el destino de Estados Unidos es el de convertirse en un país bilingüe e hispanohablante, el panorama es otro.

Para Francia, el reto ya no es conquistar mercados sino no perderlos. En países como Líbano o Ruanda, su antiguo estatus de idioma de prestigio ahora está discutido por el inglés. Y en toda África, las inversiones chinas llegan sin que sus gestores sepan una palabra de francés. ¿Acabaremos aprendiendo mandarín?