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El suplente Messi

Messi, ante Alex Sandro, en el Allianz de Turín. FEDERICO TARDITOAFP

Un convulso pálpito sacudió las mentes azulgranas cuando se anunciaba que no jugaba Messi. Aun con disimulo, el primer pensamiento fue de angustia general. ¿Messi ha roto con el Barcelona? ¿Ha renunciado a seguir en el equipo de su vida?

Tras el más relajado análisis y con el apremio estratégico de Valverde, se respiraba más fácilmente. El técnico vasco, aparentemente, le daba ejemplar importancia al lance de Mestalla y la lucha por la cabeza de la Liga. Aun así, en mi opinión, privar al Barça del '10' es demasiado pernicioso. Casi un ejercicio excesivamente traumático o masoquista.

Leo, el rey león del fútbol, apareció y no cantó la canción de Elton John, pero la sugirió: ¿Can you feel the love tonight? Nada, poco apego. Como un león amaestrado de circo, no tuvo relevancia en los minutos que jugó. Es lo normal cuando se aparece en una película de sopetón, sin saber el guión o sin haber administrado las ordenes del director.

Un director como Valverde, que le ha echado una insolencia sorprendente. Uno se acordaba de aquella noche de Anoeta, cuando se le ocurrió a Luis Enrique dejar al león enjaulado en el banquillo. Aquel día el asturiano firmó su sentencia de dimisión. No parece que ocurra con Valverde, que desde su filosofía kantiana, no intoxica,disimula hacer daño al Rey Leo.

¿El partido de Turín? Sorprendentemente, anodino, sin pasión, casi vulgar, con una Juventus en estado crítico, como demuestra su segundo puesto en el Scudetto. Con Higuaín demasiado obeso y con Dybala, una especie de perdigón más que de bala. Un conjunto, en fin, que tiene la misma alegría que el rictus depresivo de Allegri.

El Barça funciona por la preocupación de Valverde de no perder los papeles defensivos. Es de lo que creen que el fútbol empieza atrás y no en el ataque o en centro del campo, como Zidane. Estructuralmente, este equipo es más seguro, más centrado, pero previsible, sin fuste. Hasta Suárez ha perdido la alegría del gol, con el sistema tan escorado hacia la fila de guardaespaldas, que protege Valverde. Es un camino, pero, ¿brillante? No, no lo es. Efectivo, indudablemente.

Ya en la temporada anterior el Paris St. Germain me pareció el mejor equipo del continente, hasta que apareció aquel árbitro supino. Esta temporada alcanzó el cielo, con nave espacial. El equipo de Valverde no pasa de ser un Tren Bala, seguro, pero que no vuela en su imaginación por el fútbol.