El tormentoso amor entre Liam Gallagher y Patsy Kensit: una química irresistible, infidelidades y mucha ira

Estaban locamente enamorados y lo gritaban a los cuatro vientos, pero su amor fue tan tormentoso, accidentado y marcado por las infidelidades como cabe imaginarse. Como no podía ser menos en el britpop, su historia empezó con una juerga.

Eran la pareja más contemplada, seguida y polémica de Gran Bretaña. Cuando Liam Gallagher y Patsy Kensit se casaron el 7 de abril de 1997, se los consideraba tan modernos y atractivos que hasta habían sido erigidos como emblemas de una “cool Britannia” que estaba a punto de desaparecer. Estaban locamente enamorados y lo gritaban a los cuatro vientos, desde los tatuajes con el nombre del otro que se habían hecho hasta en entrevistas en varios medios; pero su amor fue tan tormentoso, accidentado y marcado por las infidelidades como cabe imaginarse. Como no podía ser menos en el britpop, su historia empezó con una juerga.

Ocurrió en diciembre de 1995, cuando Patsy Kensit fue a grabar un programa a Manchester. Su amiga la cantante Lisa Moorish, que mantenía “una relación intermitente” con Liam Gallagher, le dio su número de teléfono animándola a llamarle si le apetecía salir de noche. Patsy llegó a la ciudad con dos amigos, emocionada por la perspectiva de la afamada escena electrónica del lugar. “Pensamos que íbamos a salir por una noche en 'Madchester'. Ya sabes, siete años tarde, pero pensamos, '¡Joder! ¡Nos vamos a Madchester!”, contaría ella a The Face. Al principio del encuentro las cosas trascurrían con tranquilidad hasta que Liam recibió una llamada de Lisa Moorish, que le contó que había ido a un concierto de los Stone Roses y había sido “como la segunda venida de Cristo”. Esto cabreó tanto a Liam que volcó la mesa con las bebidas berreando “que les jodan”. Lejos de amedrentar a Patsy, la escena la animó, asegurando a sus protectores amigos que se lo estaba pasando de maravilla. La noche terminó con el grupo de charla de madrugada en el Holiday Inn en el que se alojaba la actriz. Allí, Liam y ella se dieron un beso rápido y él le preguntó “¿Me vas a dar tu teléfono o qué?”. Se lo dio, y horas después, cuando Liam se despertó, completamente vestido y de resaca, exclamó exultante: “¡La maldita Patsy Kensit! ¡Tengo su número!”. Los amigos de Patsy de Londres no estaban tan felices cuando empezaron a salir (sobre todo, recuerda la revista, Lisa Moorish): básicamente, Liam Gallagher les parecía lo peor, un cateto de Manchester, un garrulo violento que arrastraría a la refinada Patsy al fango. De nada sirvió. En parte, en realidad, ella se sentía atraída justo por eso. No estaba tan lejos de lo que había conocido de pequeña.

“Mi infancia fue como sacada de Los Soprano”, evoca Patsy en su autobiografía Absolute Beginner. Si la vida de Liam Gallagher a mediados de los 90 era el epítome de la de una estrella de la música, la de Patsky Kensit trascendía cualquier etiqueta. Su padre había sido un conocido carterista-mafioso londinense relacionado con gangsters; de hecho el padrino de Patsy era Reg Kray, uno de los Kray Twins, los reyes del crimen en el Londres de los 60. La joven recuerda sus primeros años rodeada de delincuentes carismáticos, e incluso pasó un tiempo como fugitiva en el Caribe mientras su padre intentaba huir de la justicia. No lo consiguió, fue encarcelado y no salió hasta que su hija tenía 14 años. Para entonces, Patsy ya tenía un extenso currículum a sus espaldas: su madre le había buscado trabajo como actriz desde los cuatro años, como la cara adorable de anuncios televisivos de productos como Fairy o guisantes congelados Birds Eye. A los seis años había interpretado a la hija de Mia Farrow en El gran Gatsby (ya como adulta, se pondría en la piel de la propia Mia en el telefilm dedicado a la relación de la actriz con Woody Allen, titulado de forma muy apropiada Amor y traición: la historia de Mia Farrow). Una larga ristra de papeles secundarios y episódicos mantuvieron su rostro como semipopular hasta que a los 16 años la ficharon para interpretar a Crepe Suzette, una de las protagonistas del musical Absolute Beginners, junto a David Bowie. La joven contaría que el día en el que Bowie cogió un cepillo y empezó a peinarle el pelo tuvo “la experiencia más erótica de toda mi vida”. Absolute Beginners supuso tal fracaso que carga con el peso de ser “la película que destruyó la industria cinematográfica británica”. Su director, Julien Temple, sufrió un colapso emocional tras el estreno que lo llevó a dejar el Reino Unido, pero con semejante aura se convirtió de inmediato en un filme de culto, y como no hay mal que por bien no venga, ayudó a estimular la carrera como cantante de su protagonista femenina. Patsy había creado tiempo atrás un grupo llamado Eighth Wonder junto a su hermano Jamie. Cuando consiguió que Neil Tennat de los Pet Shop Boys compusiese para ellos I’m not scared, alcanzó su primer gran hit de impacto en la cultura pop. Después llegó Cross my heart… y ahí terminó todo, Eighth Wonder se disolvió y Patsy se centró en la interpretación.

El grupo Big Audio Dynamite en Londres, 1986.

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El éxito del grupo fue meteórico y fugaz; aconteció en 1988, un año aciago para Patsy, porque también se casó, con tan solo 19 años, con Dan Donovan, del grupo Big Audio Dynamite (B.A.D.). Los músicos eran la perdición de la joven, a la que desde que tenía 15 años se la relacionaba con artistas como Gary Kemp, de Spandau Ballet, o John Taylor, de Duran Duran, poseedor de una nutrida 'chorbo-agenda' con nombres como Kim Cattrall, Nasstasja Kinski, Diana Ross, Britt Ekland, Bebe Buell o Christy Turlington, aparte de las que vinieron después.

Con una imagen atractiva, y un futuro prometedor, a Patsy la comparaban a menudo con Brigitte Bardot, con Madonna, con Kylie Minogue, con Paula Yates y, en el futuro, sería etiquetada incluso como “la Pamela Anderson británica”. Más allá de la música, luchó por seguir trabajando como actriz. Patsy iba construyéndose una ecléctica –algunos dirían “irregular”- carrera que pasaba por aparecer lo mismo en Arma Letal 2 junto a Mel Gibson que en Beltenebros, dirigida por Pilar Miró. Ese mismo año 1991 del estreno de la película se divorció de Dan Donovan y punto y seguido, conoció al que sería su segundo marido, que por supuesto también era músico. Se trataba de Jim Kerr, del grupo Simple Minds. Kerr, por su parte, no era ajeno a la endogamia de la escena pop, y había estado casado entre el 84 y el 89 con Chrissie Hynde, de los Pretenders. Habían tenido una hija juntos, Yasmine (a su vez, Chrissie había estado anteriormente con Ray Davies de los Kinks, padre de su otra hija Natalie). El matrimonio por supuesto no había resistido a las tensiones de la vida consagrada a la música. “Me gustaba que Chrissie fuera una bocazas. Me casé a los 24 años, que en ese momento no parecía joven. Casarme con Chrissie parecía lo más natural, pero fue difícil”, confesaría Jim. “Chrissie y yo éramos ambiciosos y queríamos sacar adelante nuestras bandas. Yo siempre estaba de gira y cuando volvía, era ella la que estaba de gira. No puedes mantener una relación así”. Otros citan algo tan sencillo como el aburrimiento en el final de ese romance.

Patsy y Jim Kerr se conocieron en 1991 en el ascensor de un hotel, la misma forma casual en la que había conocido a Chrissie Hynde en Sidney en 1984. Se daba la circunstancia de que el ascensor del encuentro con Patsy era el de un hotel en Barcelona: “Un equipo de filmación me decía que todavía no podía subir en el ascensor”, recordaría Jim. “Después de un tiempo esperando me cabreé. Pregunté quién estaba en la película, me dijeron que era Patsy y así nos conocimos. Patsy era fan de la banda. La invité a cenar y empezamos a salir poco después”.

Patsy Kensit en su boda con Jim Kerr, de Simple Minds, en 1992.

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Así, en enero de 1992, en el registro de Chelsea, se celebró la boda entre Patsy y Jim, que tenían ya el suficiente tirón mediático como para que todo terminase con un puñetazo de un guardaespaldas a un paparazzi. Al año siguiente nació su hijo, James, y las cosas parecían irles muy bien pero la realidad era otra. La vida sentimental de Patsy sufrió un cataclismo mayor que cualquier crisis de pareja: la muerte de su madre, Margie, una glamourosa exempleada de Dior, cuando la joven solo tenía 24 años. Así lo recordaba Jim Kerr: “Relativamente poco después de casarnos, en 1992, su madre murió. Estaba muy, muy unida a ella. No creo estar equivocándome al decir que Pat realmente no lo ha superado, que no ha encontrado una manera de lidiar con eso. No puedo imaginar cómo debe sentirse”. La propia Patsy diría después que la pérdida de su madre dio paso a “siete años de sexo, drogas, infidelidad y matrimonios fallidos”.

Si ella misma usa la palabra “infidelidad”, se confirman los rumores que rodearon a la pareja antes del anuncio oficial de su ruptura, en 1996. Ya entonces se decía que ella había flirteado demasiado intensamente con otras estrellas de alto voltaje, entre ellas Michael Hutchence -ex de Kylie Minogue y de Helena Christensen, novio más o menos oficial en aquel momento de Paula Yates- con el que la fotografiaron en París metiendo la mano en sus pantalones, literalmente. La maledicencia tampoco veía de forma inocente encuentros como el que tuvo con el futbolista Ryan Giggs, con el que Patsy pasó tres horas charlando para luego declarar que estaba “deslumbrada”.

Pero el verdadero deslumbramiento llegaría en forma del polémico joven de Manchester, una de las estrellas más rutilantes del país. A mediados de los 90, todo el mundo sabía quién era Oasis y quiénes eran los hermanos Gallagher, Noel y Liam, que lideraban el grupo. Aparte de los hitazos de su segundo disco, (What's the Story) Morning Glory?, los Gallagher salían en la prensa no solo musical por ser un par de arrogantes bocazas que no tenían reparos en pelearse con media escena musical del momento, ellos mismos incluidos. Las múltiples, múltiples, múltiples broncas y dramas entre los hermanos eran las únicas capaces de hacer sombra a la otra rivalidad estrella en el britpop (y, por ende, en la música popular mundial) del momento, la de Blur y Oasis. Más allá de la competitividad musical –que llegó a su culmen con “la batalla del britpop”, cuando ambos grupos sacaron singles el mismo día, el 14 de agosto del 95, que ganó Blur vendiendo 270.000 copias de Country house frente a las 210.000 de Roll with it-, se esgrimían complejos argumentos sociales sobre los que se han escrito infinidad de artículos, libros y tesis doctorales. Así, Blur sería la clase media frente a Oasis, representantes de la clase trabajadora. Pero más allá de motivos abstractos, recientemente hemos sabido que el verdadero motivo del inicio de la pelea Blur/Oasis, y sobre todo de la animadversión entre Damon Albarn y Liam Gallagher, no era otro que una mujer. Que resultaba ser Lisa Moorish.

Los hermanos Liam y Noel Gallagher, de Oasis, en una rueda de prensa en 1999.

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Como contaría Noel, lo que prendió la mecha fue que “Liam y Damon estaban follando al mismo pájaro y había mucha cocaína de por medio”. Liam descubrió que su novia intermitente estaba acostándose con Damon Albarn y le hizo la cruz; el testimonio fue refutado por un productor discográfico que confirmó “Hubo un problema con una chica. Damon se acostó con alguien cercano a Liam. Era una de las muchas mujeres con las que Damon era amigo. Después se fue con ella para una aventura de una noche y eso creó el problema. Todos se estaban provocando unos a otros después de eso”.

Pero como contaban en su podcast dedicado a los “Rivales” Las amigas estupendas, Damon Albarn tenía otros frentes abiertos en el proceloso mundo de la música británica. Casi tan publicitada como su enemistad con los Oasis fue su rivalidad con Brett Anderson, del grupo Suede. Y, de igual modo que sucedía con la pelea con los hermanos Gallagher, podían esgrimirse razones musicales, de clase o rivalidad artística, pero lo que estaba de fondo era algo tan prosaico como un lío de faldas. El motivo era Justine Frischmann, fundadora y cantante de Elastica, y la historia añadía nuevas capas a lo enrevesado del triángulo Gallagher-Moorish-Albarn. Justine y Brett Anderson eran pareja y habían creado Suede en 1988 (el mismo año de la efímera carrera musical de Patsy Kensit), tras conocerse en la universidad.

Todo se tambaleó en 1990 cuando Justine y Damon Albarn, de Blur, se conocieron en un concierto y experimentaron un flechazo. Ella acabó dejando Suede –o Brett la echó– porque por extraño que parezca, seguir en el mismo grupo que tu exnovio no es fácil de llevar. Anderson quedó muy afectado, pero tras la ruptura, Suede despegó y alcanzó la fama que les había sido esquiva. “Una de mis cosas favoritas de Justine es que ella está muy interesada en todo el mundo”, escribiría él en sus memorias. “Cuando habla con alguien, realmente le importa cuál es su respuesta. Está fascinada y es fascinante. Me encanta esa combinación. Y, sí, todavía la quiero mucho”. Por su parte, Justine creó su propio grupo, Elastica, en el que poder dar rienda suelta a sus deseos musicales que no podía plasmar en Suede por la influencia de Brett. La publicación de su primer disco en 1995 se saldó con un éxito rotundo y arrasador (y acusaciones de que era Damon Albarn quien les componía las canciones). Paralelamente, Blur también estaban tocando el cielo con Parklife.

Damon se había quedado con Justine y estaba gozando de un éxito artístico mucho mayor que el de Suede; los fans rastreaban pistas en sus temas mutuos buscando pullas y referencias al triángulo amoroso. Pero del cielo al infierno solo hay un paso, y ellos no tardaron en darlo. El éxito de Elastica y de Blur destrozó la estabilidad mental y sentimental de Justine y Damon; los celos profesionales al tratarse ambos de artistas jugaron un importante papel. Así lo explicaría ella: “Creo que fue difícil para Damon cuando Elastica comenzó a tener cierto éxito en Estados Unidos. Es divertido porque ambos pensamos que éramos demasiado maduros para los clásicos roles de género, pero ahora creo que él pensó que su banda era más importante porque él era el chico. Y en cierto nivel yo también lo asumí así”. Mientras, un nuevo factor entró en juego: la heroína. Tras una gira por Estados Unidos, algunas de los miembros del grupo volvieron enganchadas, incluida Justine. Ella y Damon acabaron consumiendo juntos. “Me presenté en mi casa y ahí estaba, preparada sobre la mesa”, contaría él años después.

“¿Qué debería haber hecho? ¿Dejar mi vida y rechazarla o quedarme en mi propia casa con mi novia y asimilarla de alguna manera en mi vida? No lo veo del todo como un error. Ese es el tema. Fue parte de mi proceso de crecimiento”. Ella también diría que las drogas duras nunca fueron más que parte de un problema mucho mayor (otros miembros de Blur también tenían sus propios asuntos con el abuso de sustancias), que en el caso de Elastica les arrastró a no sacar un segundo disco hasta el año 2000, con nula repercusión y perdiendo un miembro por el camino. Además estaba toda la presión mediática que vivían Damon y Justine, incluida el ansia de saber detalles sobre su vida íntima. Albarn hablaba al NME sobre ello, declarando ser una pareja abierta “Ninguno de los dos somos ángeles. Ambos nos hemos acostado con otras personas y podemos hablar de ello”. “Si estás en una relación con Damon, tienes que aceptar que va a ser abierta”, comentaba con pragmatismo ella. Ahí entraban personas como Lisa Moorish cuando ésta salía con Liam Gallagher, por cuyo contacto llegó Patsy Kensit a la vida del de Manchester. Al final la pareja rompió en el 98 por “la presión, el alcohol y la juventud”, diría ella. “Éramos solamente unos niños y no sabíamos lo que estábamos haciendo. Estábamos bajo mucha presión y no nos vimos casi nada una vez que todo empezó. Y encima estaba bebiendo demasiado. Fue caótico. Mirando atrás, simplemente no podríamos haber sobrevivido. No éramos lo suficientemente maduros”. En el disco de Blur 13 hay dos canciones que aluden de forma directa a la ruptura. “Era rarísimo escuchar una canción como Tender por la radio”, confesaría Justine. “Supongo que era un gesto romántico”. Hoy Justine vive en California y se dedica a la pintura; en 2008 invitó a Damon a su boda con un profesor de ciencias de la universidad. En el 99 Damon tuvo a su hija Missy, fruto de su relación con la artista Suzi Winstanley, con la que sigue a día de hoy. Lisa Moorish, por su parte, saldría a principios de los 2000 con Pete Doherty, otro chico malo oficial de la música popular, justo antes de que él empezase su muy mediática y problemática relación con Kate Moss.

En medio de todo este huracán y de forma paralela, Patsy y Liam iniciaron su romance. Para algunos, la sofisticada Patsy y el desastrado Liam no tenían nada que ver; encarnaban además facetas de la fama y del mundo del espectáculo que parecían antitéticas; ella se había forjado de adolescente una imagen a lo Madonna, asegurando desear la fama con tantas ganas que haría lo que fuera para conseguirlo. Era un espíritu muy de la época en la que empezó, los años 80, cuando la ambición y la impostura estaban bien vistas. Liam y Oasis simbolizaban un “que les jodan a todos”, esa autenticidad orgullosa de sus orígenes heredera del punk, disponible para ser fagocitada y convertida en objeto de marketing, por supuesto, igual que cualquier otro movimiento de éxito. Pero en lo superficial, ella era un vestido ceñido de cuero y golpe de melena rubia, mientras que él era una parka desastrada y una uniceja. A este respecto, explicaría ella: “Los años ochenta consistían en ocultar cosas y no ser honesta. Y luego vienen un grupo de muchachos, y no estoy hablando por la banda, estoy hablando como una forastera - que solo dicen: “Sí, ese es nuestro origen, sin fingir nada”. Y que no intentan ser jodidos miembros de la jetset. Es genial. Si tuviera 14 años ahora y fuera a ver Oasis, tendría la foto de Liam en mi pared”. Ella continuaría describiendo su conexión como muy intensa años después: “Encajamos a todos los niveles. Él era protector y cariñoso. Cuando estábamos juntos había fuegos artificiales y una química que duró hasta el final. En muchos sentidos, fue la relación perfecta con la que había soñado cuando tenía 16 años. En nuestras primeras citas nos quedamos despiertos toda la noche hablando y compartiendo secretos. Incluso nos vestíamos igual, con abrigos de Gucci y botas safari, un poco como dos adolescentes”.

Liam Gallagher y Patsy Kensit en un desfile de Versace en 2000.

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Durante los ya legendarios conciertos en Knebworth en agosto de 1996, Patsy estaba allí. Después de la actuación de la primera noche, cogieron un carrito de golf para pasear por el lugar. Así lo recuerda ella en sus memorias: “Eran las 3 de la mañana, así que todos se habían ido a casa y todo estaba en silencio. Liam se volvió hacia mí y me dijo: 'Te quiero a mi lado todo el tiempo. No quiero que te quites la ropa en más películas de mierda. Quiero cuidar de ti y de tu hijo'. Fue una de las noches más felices de mi vida”.

Por supuesto, los medios estaban enloquecidos con ellos. El 27 de agosto de 1996, como recordaba la revista Spin, la noticia del día en el Reino Unido no fue el divorcio de Carlos y Diana de Gales, ni el secuestro de un avión de Sudán ni que el servicio de prisiones anunciase que había liberado a varios criminales por error, sino que 15 minutos antes de montar en un avión de su gira por Estados Unidos, Liam había musitado algo sobre que “no tengo dónde vivir con Patsy” y se había largado a casa para dedicarse a la siempre compleja tarea de testar el mercado inmobiliario. El propio Liam lo desmentiría, diciendo que en realidad todos estaban cansadísimos tras los conciertos de Knebworth: “Nos habíamos pasado en un autobús los últimos dos o tres años y simplemente despertamos. No tenía nada que ver con Patsy”.

Para parte de los fans de Oasis y la crítica musical, ella era una actriz de poca monta y muchas ansias de fama culpable de que el músico –él era el verdadero artista– dejase la auténtica Manchester por la frívola Londres. No dudaban en etiquetarla como “la Yoko Ono de Oasis”, algo que resultaba tan adecuado como hiriente por la pasión de Liam por John Lennon y los Beatles. “Por un lado, me llaman perra intrigante y calculadora, y por el otro, dicen que soy una tonta estúpida. Solo desearía que se decidieran”, declaraba Patsy a The Face en diciembre de 1996. El medio se hacía eco de otros vitriólicos rumores sobre la pareja, como que unas fotos en las que Patsy aparecía dándole una patada al coche de Liam obedecían a que él le había puesto los cuernos con Kate Moss. “Eso fue porque su madre había venido a verlo y él no apareció. No tiene nada que ver con Kate Moss”, se apresuraba a aclarar ella.

Las cosas estaban tan al pil pil que el poder de arrastre de la pareja no se limitaba solo a ellos mismos; eran símbolos y emblemas de algo más grande, de todo un movimiento en el que convergían el britpop, la moda, el arte, la gentrificación de Londres, los cambios políticos en el país en los 90 y la respuesta de orgullo nacional tras años de thatcherismo y pérdida de tirón cultural frente a Estados Unidos. Todo eso se dio en llamar la Cool Britannia, y uno de sus hitos fue el momento en el que la edición americana de Vanity Fair seleccionó a la pareja para la portada de su número dedicado a ese momento cultural. En la imagen, Patsy y Liam posaban sobre una cama envueltos en un pintón juego de sábanas de la Union Jack. El titular buscaba una rima directa con el pasado: “London swings! Again!”, como certificado de que Gran Bretaña –en realidad Londres- volvía a ser el paradigma de lo moderno, lo guay, la vanguardia y la cultura más apasionantes del mundo, generadora de una escena tan vibrante como lo fue en el Swinging London de los 60. El artículo reunía a popes culturales como Jarvis Cocker, Richard Curtis o Isabella Blow. Estaba previsto que el chef Marco Pierre White posase junto a Damien Hirst, pero el artista exigió que el bajista de Blur Alex James y el actor Keith Allen estuviesen junto a él en su sesión. El redactor de Vanity Fair Toby Young contaría: “Llegaron con los ojos borrosos, sin afeitar y con una larga lista de demandas que comenzaba con una botella de vodka seguida de cuatro gramos de cocaína, que tenía que conseguir y pagar yo. Eran como monstruos egocéntricos. En un momento, Damien meó encima de un transeúnte desde una ventana del piso de arriba”.

Portada de 'Vanity Fair' con Liam Gallagher y Patsy Kensit.

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Según contarían después los implicados en la elección de la portada en el libro de Daniel Rachel Don't Look Back In Anger: The rise and fall of Cool Britannia, el resultado fue fruto del descarte. La idea que tenían en redacción en un primer momento era que la protagonizasen Paul McCartney, Paul Weller y Noel Gallagher, pero éste último se negó porque “no quería que nos usaran para vender su puta revista”. La segunda opción fue tirar de Patsy Kensit, que estaba relanzando su carrera, y el que en aquel momento era su pareja, que resultaba ser la superestrella Liam. Noel declararía: “La mujer de Liam le puso entre la espada y la pared. Ella estaba en plan, 'Solo me pondrán en la portada si tú estás en ella'. Liam es un hombre débil, así que estuvo de acuerdo”. Pero lo cierto es que aunque ella coprotagonizase la portada luciendo bien rubia, guapa y con un sujetador negro con el que se transparentaban los pezones, el artículo apenas la mencionaba de pasada. El texto se centraba mucho más en Oasis, Blur, Alexander McQueen o incluso Tony Blair, que aparecía como esa tercera vía del nuevo laborismo capaz de reformar la política y enamorar a la nación. Pocos meses después de llegar al poder, en el verano del 97, Blair invitó a varios artistas al 10 de Downing Street. Damon Albarn, de Blur, rechazó la invitación, apoyado por su relaciones públicas, que le advirtió “quieren usarte para parecer cool”. “Me alegro de no haber ido”, diría Albarn tiempo después. “Le envié una nota que decía: “Querido Tony, lo siento, no asistiré, ya que ahora soy comunista. ¡Disfruta de la charlatanería, camarada!”. Entre lo que sí asistieron estaba Noel Gallagher, del que la leyenda asegura que se metió cocaína durante la visita a la sede del poder del país. “¿Tomé cocaína allí?”, respondería con ambigüedad el músico años después. “Conozco las historias sobre Los Beatles fumándose un porro en Buckingham Palace. Puede hacer las comparaciones si lo desea. No digo nada. Ahora tengo tres hijos”. Apenas unas horas después de ser entrevistado por Vanity Fair, Liam salió de fiesta, destrozó la sala de billar del club Groucho en el Soho, se durmió en la calle y terminó siendo arrestado bajo la sospecha de poseer drogas por un bobby que le confundió con un vagabundo. Los Gallagher creaban una leyenda que se escribía sola.

Pocos meses después de la entronización oficial de la Cool Britannia, Lady Di moría al estrellarse su coche contra el puente del Alma de París. El traumático acontecimiento cambió –o certificó el cambio- en el ánimo de la nación, y los días hedonistas y alegres parecieron haber quedado atrás. Para el año 98, The Economist declaró la Cool Britannia muerta.

En lo que respecta al interés de la pareja de oro, todo seguía igual. Las noticias de que estaban preparando su matrimonio avivaron el acoso de lo prensa. A principios de febrero del 97 la ceremonia se daba por tan segura que los fans de la pareja acamparon ante su casa de St. John's Wood cantando canciones de amor (de Oasis, suponemos) rodeados de paparazzis. Pero el evento se pospuso, según la discográfica del grupo, por la “obsesiva e intrusiva atención mediática había arrebatado cualquier dignidad a lo que iba a ser una ocasión especial y divertida”. El propio Liam se encargó de zanjar el asunto gimiendo a través del interfono: “Mirad, dejad de llamar al timbre. Que no me caso hoy, estoy en cama”.

Liam Galagher y Patsy Kensit en Londres en 1999.

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Al final, consiguieron esa privacidad que tan esquiva parecía. Cuando celebraron la boda en el registro civil de Westminster, el 7 de abril de 1997, nadie se enteró, ni se difundieron fotos. La inusual hora del matrimonio ayudó a esa discreción: 8.30 de la mañana, sin apenas testigos ni invitados, entre los que por supuesto no estaba Noel Gallagher. La compañía de discos reconoció el enlace en una declaración que rezaba: “la pareja está extremadamente complacida y feliz de haber podido casarse sin ninguna intromisión. No hay ninguna luna de miel planeada”. Las noticias sobre el acontecimiento se hacían eco también, en un gesto muy británico, de que en la casa de apuestas William Hill se jugaba 5 contra 4 a que seguirían casados dentro tres años, y 50 contra 1 a que lograrían celebrar sus bodas de oro. En su sempiterna rivalidad fraternal, Noel se casaba poco después con su novia desde años atrás, la publicista Meg Matthews.

Los recién casados se establecieron en una casa en Primrose Hill y se centraron en la vida marital… durante un tiempo. “Como pareja, Liam y yo éramos realmente normales”, decía sobre esos inicios Patsy. “Una noche, poco después de mudarnos juntos, fuimos al parque local y nos sentamos en los columpios a charlar. En otra ocasión nos sentamos en la acera fuera de los estudios Abbey Road hablando de los Beatles hasta las tres de la mañana”. Pero ciertamente no todo era tan burgués y estable como en esa descripción. “Después de semanas de ser inseparables, salía por la puerta y se ausentaba durante semanas y era como si no estuviéramos casados”, contaría ella, que sabía que él le estaba siendo infiel, pero hacía de tripas corazón, fingiendo no darse por enterada. “En ese él momento tenía barba, lo que me gustaba porque pensaba que las chicas podrían no sentirse tan atraídas por él. Yo decía: “Sí, quédate con la barba, te queda bien”. Pero era imposible. Era hermoso con o sin vello facial”. En cierto modo, parecía que Patsy entendía e incluso le restaba importancia a sus aventuras: “Había escuchado todos los rumores sobre lo mujeriego que era y sabía exactamente lo que estaba pasando a mis espaldas. Liam era muy joven y yo podía ver las tentaciones que lo rodeaban. No fui ingenua acerca de lo embriagador que puede ser, y todo era nuevo para él”. También contaría después que por intentar que su relación funcionara, rechazó el papel de Emily, la esposa de Ross, en Friends. “Estaba locamente enamorada y elegí mi matrimonio antes que el trabajo. Había una parte de mí que no podía creerse que él quisiese estar conmigo, ya que él era tan joven y tenía el mundo a sus pies”.

Muy pronto llegó el primer escándalo: Liam había dejado embarazada a otra mujer, que por supuesto se trataba de Lisa Moorish, amiga de Patsy y (se suponía que) ex follamiga de Liam. “La semana después de casarse conmigo, se fue a Los Ángeles y se acostó con esta chica, Lisa Moorish, y la dejó embarazada. Qué hijo de puta”, recogía el Daily Mail. “Ella siguió adelante con el embarazo. No puedes culparla. La dejó por mí y no fue muy agradable”. La pequeña Molly nació en marzo del 98, con lo que estaba claro que había sido concebida cuando el matrimonio entre su padre y Kensit ya se había celebrado. Para liar más las cosas, en un primer momento Lisa atribuyó la paternidad a Justin Welch, batería que tocaba con Elastica, pero nadie se lo creyó. Liam y Molly no se conocieron hasta el año 2018.

No es que Liam no demostrase una faceta paternal. Adoraba a Jason, el hijo de Patsy y Jim Kerr, e incluso le compuso una canción, “Little James”, en la que aseguraba “Gracias por tu sonrisa/Haces que todo valga la pena para nosotros”. Pero todas estas buenas intenciones saltaban por los aires de forma imprevisible. En septiembre de 1998, Liam echó a la calle a Patsy y a su hijo James, de entonces siete años, durante un ataque de ira mientras estaba borracho. Ocurrió mientras ella estaba acostando al niño en cama; ambos tuvieron que dejar la casa con precipitación, él todavía en pijama, y huir en un taxi. Esto provocó una ruptura breve en la pareja, que se resolvió cuando Liam prometió que dejaría de beber. No ocurrió, claro; las anécdotas similares durante esta época abundan: en una ocasión se asomó a la ventanilla del coche en el que iba y empujó a un ciclista arrojándolo de su bicicleta al pasar a su lado por la carretera. Durante una gira por Australia, se subió borracho a un avión, comenzó a gritar y trató de acuchillar al piloto.

Liam Galagher y Patsy Kensit en Londres en 1997.

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El hijo de la pareja, Lennon nació en 1999; Patsy le pidió a otra celebridad, Elizabeth Hurley, que fuera la madrina del niño. Ambas habían trabajado juntas en la película Kill Cruise, en la que cantaban una curiosa versión en inglés del “Por qué te vas” de Jeannete. Pero si Patsy imaginaba que convertirse en padre cambiaría a su marido, estaba muy equivocada. El drama continuaba. “Lloré cada día de mi matrimonio”, resumiría ella años después. A los problemas de Liam de, siendo benévolos, gestión de la ira se sumaban los propios de ella por el consumo de cocaína y alcoholismo. En mayo de 2000 ingresó en la Priory Clinic, el mismo centro que trató a Kate Moss, para tratarse un trastorno de ansiedad y depresión. Y por su adicción a las sustancias, se sometió a una larga terapia en Narcóticos Anónimos.

En septiembre del año 2000 se anunció su demanda de divorcio. Ella definió su matrimonio como “una farsa”, y añadió: “Es imposible para mí seguir adelante. Lo hice lo mejor que pude y no obtuve absolutamente ninguna ayuda a cambio. Se acabó. En realidad, estoy aliviada”. Por su parte, él la acusó de ser una niña malcriada y engreída que le coaccionó a un “matrimonio chiflado” y, después del acuerdo por la pensión alimenticia, declaró: “la puta me ha dejado sin una maldita bolsita de té”. De forma consecuente, decidieron transformar sus tatuajes con sus nombres respectivos: el “Patsy” del brazo de Liam pasó a ser un dibujo gigante con las letras TCB (Taking Care of Business, el lema oficioso de Elvis Presley) sumadas a “fe” y “espíritu”; el “Liam” del tobillo de Patsy se convirtió en “Lennon”, el nombre de su hijo.

En el momento de la ruptura, la carrera de Oasis no pasó por su mejor momento, motivo por el que a la prensa le encantaba hablar de una “maldición de Patsy”, aprovechando que cuando la actriz y Jim Kerr estaban juntos, Simple Minds entraba en decadencia. El grupo nunca volvió a llegar tan alto –ni a acercarse- como con su éxito Don’t you forget about me; si ello se debió o no a la influencia de la mujer queda a la interpretación de cada cual. Por su parte, Jim no parecía guardar ningún tipo de rencor a su ex esposa, pero tampoco a Liam ni a su nadie de su círculo. “Había un vínculo, porque amaban a mi hijo”, declaró. “Uno podría fruncir el ceño y decir que no son exactamente los mejores modelos a seguir, ¿pero quién lo es? No tengo mucho que ver con Liam y Noel Gallagher, pero siempre le estaré agradecido a ellos y a su madre por todo lo que hicieron”.

Horas después de que se confirmase su divorcio de Liam, se dijo que Patsy estaba saliendo con el actor Jamie Foreman, hijo del gangster Freddie Foreman (un guiño a su pasado familiar). Aquello no duró mucho. Poco después se publicó que tenía un affaire con el futbolista Ally McCoist, casado y con tres hijos, lo que provocó que la tildaran de destrozahogares. Una vez el asunto se descubrió, McCoist volvió con su esposa, Allison. No sirvió de mucho y el matrimonio se divorció en 2004. De la época inmediatamente posterior a su divorcio es también su sesión de fotos en topless para Arena Magazine. En la entrevista, ponía a caldo a su ex asegurando tener “cero respeto por él”, y aseguraba que había decidido posar desnuda para reivindicar su sexualidad tras ser esposa y madre. “No me siento vulnerable o como si me estuvieran explotando de ninguna manera. Siento que tengo el control de todo”. Hoy asegura arrepentirse de aquella sesión: “No sabía quién era en aquel momento y odio esas fotos. Tenía implantes de pecho, que luego me quité”. Con el temple que dan los años y la distancia, Patsy reconoce en su libro que lejos de pasar página muy pronto, lamentó casi de inmediato haber roto su matrimonio: “Creo que habría seguido adelante mientras todavía sintiese algo por él, y mi corazón se rompió en un millón de pedazos. Todo lo que hice durante los últimos 18 meses de matrimonio fue para llamar la atención de Liam”.

Pero el que sí había pasado página era Liam, que sin apenas lapso de tiempo empezó un romance con Nicole Appleton, que por supuesto también era famosa como miembro de las All Saints. Estuvieron juntos de 2000 al 2013, se casaron en 2008 y tuvieron un hijo, Gene. Liam parecía haber encontrado la estabilidad, al menos en el lado sentimental, porque seguía haciendo gala de ese comportamiento provocador de hooligan violento y bravucón que había ayudado a cimentar su fama. Pero todo saltó por los aires cuando se supo que durante una relación extramarital con la periodista Liza Ghorbani, esta se había quedado embarazada. Tampoco era la primera vez que Liam era infiel a Nicole. En su autobiografía My Thoughts Exactly, la cantante Lily Allen reveló que en 2009 coincidió en el aeropuerto de Heathrow con Liam Gallagher, que estaba de gira con Oasis (viajando de forma separada de su hermano Noel, por supuesto). Ambos iban a tocar a Japón. Comenzaron bebiendo y drogándose en la zona vip del aeropuerto, continuaron haciéndolo en el avión, y “en cierto momento Liam y yo nos encontramos en el lavabo haciendo algo que no debíamos hacer, y no era tomar drogas”. Cuando llegaron a Tokio, Liam la invitó a quedarse con él en el Park Hyatt, el hotel de Lost in translation.

“No fue hasta el día siguiente cuando él dijo algo como “Nadie debe saber esto, por lo de Nic”, y entonces me di cuenta de que estaba casado”, escribe la artista. “Sabía que Noel estaba casado y sabía que Liam había estado casado con Patsky Kensit. Yo tenía 12 años cuando aparecieron en la portada de Vanity Fair como la pareja más cool del mundo, y eso es lo que era Liam para mí doce años después: el mismo tío guay. No pensé en Nicole Appleton, incluso aunque debía saber de forma vaga que Liam estaba con ella. Cuando él me informó de su existencia me horroricé, incluso aunque no fuese yo la que estaba casada ni la que estaba siendo infiel”. Al final, Lily le contó el affaire solo a sus amigos más cercanos, con lo que por supuesto la información se difundió y acabó llegando a oídos de Nicole. Meses después, sin haber mantenido el contacto, Liam llamó a Lily por teléfono pidiéndole que le confirmase a su esposa Nicole, que estaba a su lado, que los rumores eran falsos. Lily Allen lo hizo a su pesar. También fue mediante una llamada de teléfono, ocurrida en 2013, como Liam le contó esta vez sí la verdad a Nicole, que estaba de vacaciones. Cuando le dijo que acababa de tener una hija –llamada Gemma- con Liza Ghorbani, su esposa solicitó el divorcio. Durante el proceso, Liam contó que fantaseó con “irme a vivir a España, y simplemente relajarme, ponerme en forma, comer bien, tomar un poco de sol en mis huesos y vivir de una puta vez”. No lo hizo; en su lugar inició un romance con su manager Debbie Gwyther, con la que continúa a día de hoy. Han pospuesto su boda por la crisis del Covid, pero continúan juntos.

Patsy Kensit embarazada en 1999 junto a su entonces marido, el componente de Oasis Liam Gallagher.

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Liam todavía no conoce a su cuarta y de momento última hija, Gemma. A Molly, la hija de Lisa Moorish, como hemos dicho, la conoció en 2018. El plan consistió en quedar en un pub y emborracharse. “Fue estupendo”, declararía el padre pródigo. “Hubo lágrimas y todo”. La joven sí había tenido relación con su tío Noel y a su esposa Sara, pero este vínculo se rompió –para sorpresa de nadie- tras conocer a su padre. Cuando Liam posó con tres de sus hijos para el Sunday Times con motivo del día del padre de 2019, Molly declaró: “No siento ira. De hecho, doy las gracias por cómo he sido criada por mi madre y por cómo ha sido mi vida. Yo no sería quien soy hoy día si... Todo ha ocurrido de la manera en la que tenía que ocurrir. Hemos congeniado y ahora estoy feliz de tenerle”. Por su parte, Lennon y Gene mantienen una buena relación tanto entre ellos como con él; hoy, Liam habla en buenos términos tanto de Nicole como de Patsy. Cuando le preguntaron en una entrevista si se arrepentía de algo de su agitada existencia, respondió: “Probablemente cosas personales. Romper mis matrimonios, ser un puto idiota con los críos”.

En su vida post-Oasis, Patsy Kensit se centró en trabajar con mucho éxito en la serie Emmerdale, y continúa siendo una celebridad que aparece de forma constante en la televisión británica. En 2007 rompió con su novio, el Dj Jeremy Healy, pero retomaron la relación y se casaron en 2009, rodeados de su círculo más íntimo, formado por amigos como Liz Hurley y Simon y Yasmin Le Bon. Un año después, se divorciaron. Se habló de la incompatibilidad entre sus estilos de vida –muy nocturno el de él, por su profesión, y más casero y pendiente de los niños el de ella-. La prensa se llenó de noticias sobre la cuarta “calamidad marital” de Kensit, con titulares del estilo de “¿encontrará Patsy Kensit alguna vez al hombre adecuado?”. Por su parte, ella estaba más preocupada por la sombra el cáncer que había acabado con su madre que por encontrar pareja. Con 40 años, se sometió a una histerectomía que le produjo menopausia temprana. En alguna aparición pública, de pronto sudaba muchísimo o “a mitad de la conversación, me asaltaba la niebla mental. Cuando sucedió en la televisión en directo, la gente saltó a todo tipo de conclusiones erróneas. Nadie estaba hablando sobre el verdadero tema, así que decidí que lo yo haría”. Más de diez años después, sigue trabajando en series y películas, y no se ha casado por quinta vez, aunque ella misma declaró que su segundo y su tercer matrimonio eran “los que de verdad cuentan, sin ánimo de ofender al resto. Aprendí mucho de Jim y de Liam. Los estaba buscando para reemplazar el amor de mi madre, pero ningún hombre puede hacer eso”.

A este respecto, comenta: “Solía preocuparme mucho por lo que pensaba la gente. Ahora, a los 53, pienso: si no te gusto, o no te gusta lo que crees que soy, no me molesta”. “Si pudiera darle un consejo a una persona más joven, diría que no se preocupase mucho por la opinión ajena. Eso, y que no tienes que casarte con todos tus novios”. Y cuando habla de su matrimonio con Liam, Patsy parece haber hecho suyo el estribillo de una de las canciones de Oasis, Don’t look back in anger : “Nuestra relación no estuvo exenta de puntos bajos, pero la recuerdo tan vívidamente como si fuera en tecnicolor. Me hace reír, me hace llorar, pero es casi como si le hubiera sucedido a otra persona”.