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"Uno quiere alejarse de la guerra": latinos en Rusia hablan del miedo y la escasez de productos tras la invasión a Ucrania

Desde hace un mes, productos como el azúcar y la leche se han encarecido, mientras la inflación supera el 14% y el rublo se devalúa con rapidez. "Es como regresar a la Unión Soviética", dice una estudiante colombiana que no ha podido salir.

Vanesa Rincón dice que casi no duerme desde el 24 de febrero, cuando el sonido atronador y las vibraciones de las ondas expansivas de las bombas la arrancaron del sueño. Las ojeras coronan sus ojos oscuros, mientras habla del terror que vive a diario en Bélgorod, una ciudad rusa fronteriza con Ucrania, donde estudia Derecho Internacional.

"Uno quiere alejarse de la guerra y de las bombas. Estamos tan angustiados que no quiero volver a escuchar ese ruido nunca más. Me quiero regresar a Bogotá, apenas pueda", dice la estudiante colombiana. Rincón comenta que durante la primera semana del conflicto hacía guardias nocturnas con sus compañeros de estudios por si pasaba algo.

Bélgorod está localizada a unos 40 kilómetros de la zona en guerra, por lo que Rincón cuenta los días para marcharse. En la mañana del martes, las explosiones volvieron a despertarla sumiéndola en un estado de tensión que la llevó al borde de las lágrimas.

"No es algo normal, no es algo bonito y uno todo el tiempo está asustado. Ya no importa quiénes son los buenos o los malos, lo único que uno quiere es salir corriendo", asevera.

Esta semana, dos ciudades estratégicas de Ucrania han sufrido el recrudecimiento de los ataques rusos: Kiev, la capital, es el escenario de cruentas batallas en importantes suburbios y zonas metropolitanas. Además, la ciudad portuaria de Mariupol, resiste embates brutales desde hace más de 20 días que la han dejado destruida. 

Aunque las autoridades ucranianas aseguran que la ofensiva rusa se ha estancado en diversas regiones del país, muchos analistas temen que el conflicto se convierta en una guerra de desgaste, lo que incrementaría las bajas y la destrucción material.

"Muchas personas rusas no quieren la guerra y, en general, existe la percepción de que debería ser algo rápido. Pareciera que una de las principales motivaciones de Putin es redibujar la geopolítica europea y, como desde su perspectiva no funcionó la diplomacia, escogió la fuerza", explica Rainer Matos Franco, académico mexicano radicado en San Petersburgo.

La guerra contra los medios

Matos cursa un doctorado en historia de Rusia, por lo que conoce bien la saga de imperios, revoluciones, debacles y reconstrucciones que caracteriza a ese país. Pero nada lo había preparado para atestiguar una guerra.

"La verdad es que hay mucha desinformación y, en realidad, no sabemos qué está pasando en la guerra. También se nota un intento muy fuerte por parte del Gobierno para que todos vayamos por la misma línea de apoyar al ejército y no criticar a las Fuerzas Armadas. Ahora hay nuevas leyes y multas", asevera Matos.

A inicios de mes, el Parlamento ruso aprobó nuevas disposiciones legales que, entre otras cosas, sancionan con hasta 15 años de cárcel cualquier afirmación sobre las acciones militares en Ucrania que las autoridades califiquen como falsa.

Las críticas contra el ejército se sancionarán con hasta tres años de prisión y 300,000 rublos de multa (unos 3,061 dólares) y la difusión de información que las autoridades consideren falsa puede acarrear sanciones económicas de hasta 1.5 millones de rublos (unos 15,300 dólares).

Veo muchas noticias en Instagram porque nos sentimos totalmente aislados del mundo".

Vanesa rincón, estudiante colombiana

Estas medidas han ocasionado el cierre de numerosos medios nacionales como la radio Eco de Moscú, y restricciones para acceder a los contenidos de organizaciones periodísticas internacionales como CNN, BBC, Deutsche Welle y Voice of America, entre otras.

"Todo está bloqueado, entonces hay que activar un VPN para poder ver las noticias internacionales y revisar las redes sociales como Facebook y Twitter. En general, veo muchas noticias en Instagram porque nos sentimos totalmente aislados del mundo, es una locura", explica Rincón.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha confirmado que la cifra de personas que tuvieron que abandonar Ucrania por la guerra se elevó a casi 3.5 millones, siendo, en gran medida, mujeres, niños y personas mayores.

Según la Organización Internacional de Migraciones, casi 10 millones de personas se han desplazado forzosamente, tanto dentro de Ucrania como más allá de sus fronteras, lo que incluye a unos 186,000 ciudadanos de otros países.

En las ciudades fronterizas es común ver la llegada de personas provenientes de Ucrania que huyen de la devastación bélica, dejándolo todo atrás.

"La verdad, he visto que llega mucha gente con maletas y bolsos, sobre todo mujeres y niños. Uno pensaba que los iban a discriminar pero nada de eso, ha habido mucha acogida y los atiende personal apropiado", explica Alex Lastra, de 24 años y estudiante ecuatoriano de programación que vive en Taganrog, una ciudad portuaria ubicada a unos 50 kilómetros de la frontera con Ucrania.

"Es como regresar a la Unión Soviética"

En diversas entrevistas, personas de varios países latinoamericanos coincidieron en que, más allá del shock por las escenas violentas y las pérdidas humanas, la guerra se manifiesta en sus vidas cotidianas con la escasez de ciertos productos y el alza de los precios.

La imposición de rígidos controles del dinero y capitales, tanto para el retiro como para la adquisición de divisas extranjeras, así como la expulsión parcial de Rusia de la plataforma de pagos internacionales SWIFT y la suspensión de las operaciones de Visa y Mastercard han disparado la inflación anual por encima del 14%, según las cifras oficiales más recientes.

Mientras más cerca se encuentre la localidad de la frontera, más empeora la situación. En Bélgorod, Rincón ha visto el súbito encarecimiento del azúcar que desapareció de los anaqueles y subió de 30 a 200 rublos, cuando se consigue. Otro ejemplo es el café que antes de la guerra costaba de 200 a 300 rublos y ahora llega hasta los 1,000 rublos.

En el caso de los dispositivos electrónicos, como laptops o celulares, dice que los precios han aumentado hasta cuatro y cinco veces en esa región.

"Es una angustia muy grande porque ya no se pueden usar las tarjetas de ningún banco. Entonces todo toca con efectivo y el rublo se ha devaluado muchísimo y muy rápido. Uno se preocupa, tanto física como mentalmente, porque las sanciones económicas han sido terribles y muchas tiendas están cerradas. Es como regresar a la Unión Soviética", dice con desaliento.

Una de las actividades que suele experimentar cambios inmediatos ante cualquier situación de escasez o encarecimiento de los alimentos es la gastronomía. En Krasnodar, próspero enclave comercial ubicado en el sur de Rusia, el chef peruano David Durand ha sentido el impacto del alza de los precios en productos que usa cotidianamente en su casa como la leche, el azúcar y algunas carnes como el pollo.

Sin embargo, la situación se ha vuelto más apremiante en "El chapo", el restaurante de comida mexicana en el que trabaja y que lleva por nombre el apodo del tristemente célebre narcotraficante, donde ha tenido que cambiar el menú súbitamente.

"La guerra es una situación terrible, pero yo veo esta crisis como una oportunidad para mejorar", dice el cocinero, de 38 años, durante un descanso después de una intensa jornada frente a los fogones.

Veo esta crisis como una oportunidad para mejorar"

David Durand chef

"Muchos productos latinoamericanos no se consiguen, por eso estamos usando más productos locales y nos enfocamos en el concepto de la comida rusa, pero con toques latinos. Por ejemplo, a un mousse de palta (aguacate) le pongo un poco de picante, y hago una versión del suspiro limeño para los blinis que se comen en los desayunos rusos", explica Durand, quien también ha visto una baja en la afluencia de comensales en la semana, aunque asegura que los sábados y domingos el local suele estar lleno.

A más de 1,850 kilómetros de distancia, en los bosques cercanos al pueblo de Uglich ubicado en las riberas del río Volga, el chef cubano Rafael Arabel Govea coincide con Durand en el alza de los precios de diversos artículos como las frutas y los aguacates que, en pocos días, pasaron de 270 a 500 rublos por kilo.  

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"El hotel donde trabajo tenía socios comerciales en varias ciudades de Ucrania como Odessa y Járkov que nos abastecían y nos ayudaban desde el punto vista financiero. Pero esas empresas han cerrado, por lo que también estamos afectados por eso", explica Govea, de 60 años, quien llegó a Rusia cuando todavía era la Unión Soviética y se graduó de ingeniero químico.

Govea, y la mayoría de los latinos entrevistados para este trabajo, confía en que la guerra no se prolongará. "Rusia es un mundo dentro de este mundo, es un país muy rico y Europa tendrá que levantar las sanciones en algún momento. Yo creo que pronto llegarán a un acuerdo de paz", dice con esperanza.

Renunciar a los sueños

Rincón, la estudiante colombiana que todavía se encuentra en Bélgorod, cuenta los días para partir de Rusia. Explica que, al comienzo de la invasión, era imposible salir en tren o en avión porque la población comenzó a evacuar por sus propios medios al ver que los convoyes militares no cesaban de pasar la frontera. En la actualidad, un boleto aéreo puede llegar a costar hasta 5,000 dólares.

"Como Rusia cerró su espacio aéreo, los tiquetes subieron muchísimo. Hace como una semana logré conseguir uno en 1,500 dólares y espero poder irme el 7 de abril. Tengo que lograr que el dinero me alcance hasta esa fecha porque solo me quedan rublos y cada vez valen menos. Mucha gente dice que acá no está pasando nada, pero son mentiras", dice con cansancio.

Según cifras oficiales referidas por BBC, cerca de 278,000 estudiantes internacionales se matricularon para cursar estudios en Rusia durante 2017. Y América Latina registró el crecimiento más alto con un 28% (4,404 alumnos) provenientes, en su mayoría, de países como Ecuador, Colombia y Brasil.

Desde el inicio de la guerra, las redes sociales se inundaron de pedidos de ayuda y consultas desesperadas de las comunidades estudiantiles latinas que, tanto en Rusia como en Ucrania, intentan huir del conflicto o sortear los trámites burocráticos para recibir dinero.

Al contrario de Rincón, el historiador brasileño Rodrigo Ianhez solo sueña con regresar a Moscú. A inicios de febrero viajó de visita a la ciudad de Sao Paulo, pero su estancia se ha visto afectada por la invasión y las sanciones económicas que le impiden transferir los ahorros de sus cuentas rusas.

Ianhez trabaja en el sector turístico y suele hacer recorridos por la capital del país, así como largas excursiones por el anillo de oro que son las ciudades medievales cercanas, y también conoce bien el resto del país.

"Esto nos tomó por sorpresa porque nadie creía que iba a suceder. Va a ser difícil volver a trabajar con la misma intensidad en turismo, no creo que durante los próximos dos años vayan a haber muchos visitantes en Rusia. Es una lástima, pero igual regresaré en mayo a ver cómo continúo mi vida", expresa Ianhez, de 32 años y especialista en la historia de la Unión Soviética.

Para Dennis Lastra, estudiante ecuatoriano de Psicología Clínica en Rostov del Don, regresar a su país no es una opción porque siente que su vida "sigue igual", pese a la inflación y el aumento de los precios de diversos productos básicos.


Dennis Lastra en la Plaza Roja de Moscú, Rusia, enero de 2022.
Dennis Lastra en la Plaza Roja de Moscú, Rusia, enero de 2022.Cortesía Dennis Lastra

"He decidido quedarme porque todavía me faltan dos años para terminar la carrera y, aparte de la inflación, la vida sigue normal, los niños salen a jugar y la gente está trabajando, aunque estamos a tres horas de la frontera", explica.

Lastra es un exitoso influencer con más de 115,000 seguidores en redes sociales como TikTok, donde diariamente sube videos humorísticos sobre sus vivencias cotidianas. Su canal mezcla datos, consejos y agudas observaciones sobre la idiosincracia rusa que, salpicadas de improperios, hacen estallar de la risa a su audiencia.

Con el conflicto actual, Lastra ha visto cómo sus intervenciones en las redes se vuelven muy informativas y aprovecha esos espacios para disipar dudas y contar lo que vive en su ciudad. Recientemente hizo un video sobre los miedos de su generación y los retos que enfrentan en un mundo signado por la pandemia y los conflictos bélicos.

"Todos tenemos el mismo miedo a no ser suficientes, a ser inservibles. Pero no estamos solos, si vemos que algo nos afecta mucho hay que pedir ayuda. Como estudiante de psicología, sé la importancia de las terapias y entiendo a la gente que se está regresando a sus países. Muchas veces la mejor decisión es renunciar a tiempo y cuidar tu salud mental, eso es lo más responsable", dice con un semblante serio.