Crónica

CRÓNICA

Todavía son recordados en la isla

Los 25 dóberman heroicos que 'cayeron' en la Batalla de Guam

Los perros marines de Guam NACHO MORENO (Vídeo)

Los supervivientes del horror de la isla de Guam

Corea del Norte dice que "esperará un poco más" para atacar Guam

Catorce murieron en combate y otros 11 por accidente o enfermedad

Pero todos dieron su vida (y su olfato) por los marines de EEUU en la dura guerra del Pacífico

A los japoneses podían olerlos a 2,5 kilómetros de distancia

Una noche, alrededor de las tres de la madrugada, en el campamento de marines, Kurt avisó a su cuidador de que había enemigos cerca. Los estadounidenses, que hasta ese momento contaban por derrotas sus enfrentamientos con los japoneses en el Pacífico, ocuparon sus puestos justo a tiempo para hacer frente a un ataque por sorpresa de una numerosa tropa nipona que había conseguido infiltrarse por la noche sin ser detectada. El ataque fue de tal envergadura que el combate duró varias horas. A los soldados americanos no les quedó ninguna duda: de no haber estado allí Kurt, el enemigo nipón habría acabado con los 250 marines del campamento. Kurt, el héroe de aquella batalla, murió esa misma noche por las balas de una ametralladora japonesa. Había nacido una leyenda, la de los perros diablos de la isla de Guam.

Allí desembarcaron 36.000 marines con la orden de reconquistar la isla. Un trozo de tierra tropical de sólo 48 kilómetros de largo por 14 de ancho donde americanos y japoneses midieron sus fuerzas entre el 21 de julio y el 10 de agosto de 1944. Lo que no imaginaban los descendientes de los samuráis era que se enfrentarían a unos soldados muy bien entrenados para la guerra y cuyas únicas armas eran su fino olfato, su oído y una entrega sin límites. Eran 60 perros dóberman -llamados Devildogs (perros diablo)- que la Marina estadounidense había adiestrado para detectar al enemigo, explorar cuevas, pozos, localizar minas y vigilar día y noche los campamentos. Los 60 valientes canes habían salido todos de la primera promoción de perros de guerra del Cuerpo de Marines, la Marine Corps War Dogs Training, que se desarrolló en Camp Le Jeune, la base de entrenamiento de la Infantería naval americana en Carolina del Norte.

Durante 14 semanas los dóberman eran sometidos a un férreo aprendizaje. Al principio los adiestradores eran civiles o de la Policía, pero pronto los militares se dieron cuenta de que el adiestramiento convencional no preparaba a los animales para las condiciones de combate y fueron sustituidos por marines duros. Cualquier movimiento, cualquier gesto, debía hacerse en completo silencio. A los perros les enseñaron a no ladrar, así el enemigo no conocería su posición, y a realizar distintas señales con la cabeza o las patas para alertar sobre la presencia de extraños.

Tras este aprendizaje básico recibían un entrenamiento especializado. Los perros mensajeros tenían que transportar, además de consignas, municiones o material médico. Se les acostumbraba a soportar el sonido de los disparos y las explosiones para evitar que entraran en pánico y desertasen. Por su parte, los exploradores eran adiestrados para advertir de la proximidad de extraños. Les enseñaban a dar la alerta sin ladridos para no revelar su posición. Y, por encima de todo, aprendían a proteger al marine entregando, llegado el momento, su propia vida.

Como hizo Cappy. Su cuidador y él iban en cabeza de una patrulla cuando el dóberman se detuvo y le avisó con la señal convenida para alertar de la presencia de enemigos ocultos. Pero de inmediato, antes de que los marines pudieran ponerse a cubierto, sonó un disparo y el dóberman cayó muerto. El francotirador japonés había elegido bien su blanco. Eliminar a un perro entrenado para la guerra era incluso más importante que alcanzar al jefe de la patrulla. El sentido del olfato y oído de los dóberman podía detectar la presencia del enemigo a 2,5 km de distancia.

De los 60 perros que desembarcaron en Guam, 14 murieron en combate y otros 11 por accidentes o enfermedades.

A cada animal le asignaban un número de identificación que llevaba tatuado en la oreja derecha, y en su hoja de servicios figuraba el nombre, la raza, la fecha de nacimiento, la fecha de incorporación y el tipo de formación que habían recibido (podían ser exploradores, mensajeros o entrenados en trabajos especiales). Recibían ascensos por antigüedad, como cualquier soldado. A los tres meses de servicio el perro pasaba a ser soldado de primera clase, al año era ascendido a cabo, a los dos años a sargento... hasta que, pasados cinco años, alcanzaba el mayor rango al que podía aspirar un perro, el de sargento mayor. Al final de su período de servicio, o en el caso de que tuviesen que retirarlo antes de tiempo por motivos médicos, el animal obtenía un certificado acreditativo. Si era expulsado del cuerpo por problemas de conducta, recibía una "baja deshonrosa".

Además del calor, la humedad, los insectos o las enfermedades, los marines tenían que enfrentarse a un enemigo que sí parecía haberse adaptado bien a la selva, que los hostigaba continuamente con francotiradores, emboscadas y ataques de pequeña intensidad y desaparecía a continuación ocultándose en el interior de la jungla. Entre las medidas que adoptaron para aumentar la seguridad en los campamentos y de las patrullas en la selva estuvo la de poner en marcha el primer programa oficial de entrenamiento de perros de guerra del Cuerpo de Marines.

El programa nació en noviembre de 1942, y unas semanas después, en enero de 1943, el primer grupo de 13 dóberman estaba ya recibiendo adiestramiento. Los perros eran adquiridos por la Marina o donados por particulares (y devueltos a sus dueños al completar su servicio). El 90% eran dóberman, ya que se creía que era una raza que se adaptaba mejor que otras al clima tropical, aunque también había algunos pastores alemanes.

El primer pelotón de perros de guerra fue enviado a Bougainville junto al 2º Batallón Raider. Los pelotones 2º y 3º sirvieron en Guadalcanal, Kwajalein, Eniwetok y Guam. En esta última batalla, la de la isla de Guam, los perros tuvieron una actuación destacada, acompañando el avance de los infantes, detectando minas y trampas explosivas, o como centinelas en los campamentos y los cruces de caminos.

Las tumbas de los 25 perros caídos, marcadas con pequeñas lápidas blancas, se quedaron allí hasta que en la década de los años 80 el capitán veterinario William Putney inició una campaña para trasladar a los perros olvidados de Guam. Pero cuando las tumbas iban a ser llevadas a EEUU, la Marina decidió remodelar el cementerio y ubicarlo en la Base Naval estadounidense Orote Point (en la Península de Orote, en Guam), siendo bautizado oficialmente como Cementerio Nacional de Perros de Combate.

Los Devildogs atraían la atención de la gente que había oído de las proezas de esta poderosa raza pero nunca los había visto. En Guam los que vivieron la ocupación japonesa los recuerdan como "los dóberman" porque aún conservan en la memoria lo valiosos que fueron para la liberación de su tierra.

El 21 de julio de 1994, en el 50º aniversario del inicio de la batalla, se inauguró un monumento de granito con los nombres de los 25 perros allí enterrados y una estatua en bronce de Kurt, el primero muerto en combate. El título, Always faithful (siempre fiel), en referencia al lema en latín del Cuerpo de Marines: Semper fidelis.