Durante dos años, vivió en España como Valentín. Decía que era mexicano y vendía relojes falsos. Tanto como su historia

Hijo de adinerados dentistas y huido de EEUU tras matar con su coche, borracho, a un joven. Fue detenido en una estación de autobuses

Seguía al pie de la letra la premisa del filósofo Séneca: "Si quieres que tu secreto sea guardado, guárdalo tú mismo". El joven sonriente con extraño acento jamás se lo contó a nadie. No podía hacerlo. Si su secreto se descubría, la Policía de los 190 países que le buscaban podrían dar con él. Había hasta una recompensa de 5.000 dólares por una pista sobre su paradero.

Se escondía en Madrid, donde la gente le conocía como Valentín. Un chico mexicano de 26 años que se ganaba la vida en el submundo de las falsificaciones. Pero, en realidad, su verdadero nombre es mucho más de telenovela: Christopher Ponce. Y su historia podría servir de argumento para una película de acción y persecución estilo "made in USA". Un joven norteamericano de familia adinerada coge el coche borracho, se mete en dirección contraria en una autopista de Florida, y provoca un accidente donde muere un chaval de 20 años. Una ebria imprudencia que le acercó al infierno entre rejas un 19 de julio de 2012. No llegó a pisarlo. Pues se quitó la pulsera electrónica que llevaba en el tobillo tras 288 días de arresto domiciliario y huyó a México en mayo de 2013. Allí consiguió un pasaporte falso con el nombre de Valentín Manuel Rivera Santallana. Viajó a Alemania y después a España.

El film acabaría tres años después con el joven detenido de manera casual en la estación de autobuses de Almería. Domingo 7 de agosto, 18:15 horas, un control de prevención de seguridad ciudadana, y un agente avispado del Grupo IV de la Brigada Provincial policial almeriense que vio como Christopher se metía en el baño al ver el operativo. Estaba con su novia -que desconocía su verdadera identidad, y de la que vamos a preservar su anonimato- pasando unos días en la zona de Cabo de Gata. Cuando le pidieron la documentación sólo llevaba consigo una tarjeta de transporte de Madrid. "Seguramente si en ese momento hubiese llevado el pasaporte falso, que estaba perfectamente hecho, no le hubiéramos cazado", cuenta a Crónica uno de los agentes.

Le trasladaron a la comisaría para identificarle y, tras tomar sus huellas dactilares, saltó una alarma de la Interpol ante la sorpresa de la Policía. "Su nombre real era Christopher Ponce y tenía una orden internacional de detención y extradición reclamada por el Estado de Florida", explican. "El chico nos contó con normalidad lo del accidente borracho. Reconoció su pesada carga y dijo que huyó porque le iban a meter 15 años en prisión". Ese mismo día, los informativos locales de la ciudad de Tampa (de donde es nuestro protagonista, en el condado de Hillsborough, en la costa oeste de Florida), abrieron con la noticia. "Después de tres años de búsqueda, Christopher Ponce ha sido detenido en España. La extradición está en proceso", dijo en rueda de prensa el sargento Steve Gaskins.

Los padres de Chris -le llaman así en Estados Unidos-, dos reconocidos dentistas de Tampa, viajaron a España en cuanto se enteraron de la noticia para visitar a su hijo. Algunos investigadores apuntan a que ellos le han estado ayudando a esconderse todo este tiempo a través de una amiga odontóloga que tienen en España. La madre, Vivian Medina, lo niega. "Huyó porque tenía miedo. No sabíamos donde estaba", dice desolada la mujer, que añade que ahora la condena que le espera es de 35 años.

"Nadie que le conocía sabía de su anterior vida. Era un chico normal y corriente que se ganaba la vida como podía", afirma uno de los amigos del falso Valentín, que no se podía imaginar la doble vida de su colega.

La de mentira, bajo el papel de Valentín, tenía como centro la capital española. Cuando llegó hace dos años huyendo de la justicia estadounidense, alquiló un pequeño apartamento en el centro. En este tiempo, nos cuentan, se ha dedicado a vender relojes falsos de marca en la calle y por internet. Se movía por la puerta de atrás con una red de falsificación que introducía relojes desde Marruecos y China.

"Estamos seguros de que alguien le ha estado ayudando y escondiendo todo este tiempo". Lo asegura el hombre que perdió a su hijo, William Angel, en el accidente de coche que provocó Christopher en 2012. El tipo se llama Wade y cuenta que cuando se enteró de la detención en Almería se echó a llorar. "Nos llegó la noticia en un correo de la Policía a las 5:30 de la mañana. No nos lo creíamos porque durante estos años nos habían hecho bromas en este sentido. Entonces mi mujer, Lynn, y yo comprobamos si era cierto", recuerda Wade. "Al día siguiente teníamos a todos los periodistas y cámaras en la puerta de casa. Fue un día de celebración".

Se entiende su efusividad si contamos que este hombre ha estado cuatro años obsesionado con encontrar a Christopher Ponce. En su diario online narra día tras día su calvario. "Anoche tuve un sueño. Le cogíamos. Había estado escondido bajo un nombre falso. Estaba casado y con hijos. Me sentía bien habiéndole destrozado la vida", relataba Wade el año pasado.

Ha organizado múltiples campañas televisivas -se ha hecho hasta un documental en un programa de la CNN sobre el accidente y la fuga de Christopher- y comprado carteles publicitarios en las calles. En todos estaba la foto de Ponce y el letrero "Se busca fugitivo". Hasta ofreció una recompensa de 5.000 dólares por una pista sobre su escondite. Ahora, se ha hecho una camiseta con la cara de Christopher detrás de unas rejas. "Capturado", pone en mayúsculas.

William, su hijo fallecido, era el menor de dos hermanos. A sus 20 años trabajaba como voluntario en un hospital de Tampa (Florida). Ayudaba a los niños enfermos que iban a someterse a una operación. El día del accidente, volvía conduciendo un Mustang a casa con dos amigos después de celebrar el regreso de Afganistán de otro chico de su grupo, que había estado haciendo el servicio militar. A las 3:00 de la madrugada, en mitad de una carretera interestatal, el Ford que conducía Christopher -entonces tenía 22 años- se empotró contra ellos. Iba en dirección contraria. William se golpeó la cabeza y murió en el acto. Los otros dos chicos que iban con él, Jay Davis y Robert Newberry, se rompieron un brazo y los tobillos.

A Christopher, con heridas leves, le llevaron al hospital y fue detenido un día después. Le procesaron con cargos de homicidio imprudente y lesiones graves. El juez le permitió salir de prisión bajo fianza al no estar todavía las pruebas toxicológicas que le hicieron. Cuando llegaron los resultados, el joven duplicaba la tasa de alcoholemia. Ya tenía un largo historial con 12 infracciones de tráfico por conducir sin licencia.

Quedó bajo arresto domiciliario, teniendo que llevar una pulsera electrónica con GPS en el tobillo. Un año después, un día a Christopher le dieron permiso para quitarse la pulsera, tenía que hacerse unas pruebas médicas. Nunca acudió a la consulta. Desapareció. Y hasta el pasado 7 de agosto nadie había vuelto a saber nada de él.

El Christopher de ahora ya no tiene el pelo rizado como en la foto de la camiseta de Wade. Luce coleta y barba. Será extraditado a Estados Unidos, un proceso que puede durar meses. Mientras, aguarda en una celda de la cárcel de Almería. Durante este mes, en el centro penitenciario, imparte clases de filología inglesa a los presos. Esa fue la carrera que estudió en su ciudad, Florida, mientras estuvo en arresto domiciliario. Después del accidente. Antes de la huida. Antes de hacerse pasar por Valentín, el falsificador de relojes.