Todología

La última medida contra el acoso escolar: exámenes de empatía

Canarias sigue el ejemplo de Dinamarca y apuesta por enseñar la gestión de emociones en los colegios.

Empatizar, verbo de moda. O debería estarlo. Empatía suena a palabra nueva y es griega antigua: empátheia. Ponerse en el lugar de otro. O no desear nada al otro que no se quiera para sí, regla de oro, por otra parte, de todas las religiones. Se puede estudiar científicamente, porque a las personas empáticas se les activan más las llamadas neuronas espejo, y se puede tratar de impartir en el colegio, como hacen en Canarias o en Dinamarca. En el país nórdico creen que es una manera de llegar a ser más feliz. En las horas dedicadas a empatizar los niños hablan de cómo se sienten, llevan un pastel y hacen algo parecido a terapia de grupo.

Si se hace caso a las estadísticas sobre felicidad, a Dinamarca le sale a cuenta esa inversión de tiempo: los informes les sitúan como el país más feliz del mundo. ¿Se puede enseñar a ser empático? La respuesta es sí y el debate es cómo. Las opiniones van desde la opción diseñada por el gobierno canario, como asignatura en primaria, a talleres extraescolares o los partidarios de hacerlo por impregnación, o sea, como toda la vida: predicando con el ejemplo.

Para empezar, están las reglas de cortesía como dar las gracias. La buena educación, ser amable, ya es pensar en el otro, como cuenta Begoña Ibarrola, psicóloga, escritora y conferenciante sobre educación emocional. Pero no sólo es eso. María José Castro es la coordinadora de Infantil y Primaria del gobierno de Canarias y fue la encargada de implantar como asignatura Educación Emocional y para la Creatividad en las horas que las comunidades tenían como libre configuración. Era la continuidad a un programa de formación de los profesores para que los niños aprendieran a gestionar emociones. «Se trata de que sepan reconocerlas para luego modificarlas», explica Castro, que cree que ha bajado la conflictividad en las aulas, aunque no hay una evaluación formal.

Ibarrola opina que el hecho de programar la asignatura ayudó a poner a la educación emocional en primer plano, algo que ella lleva haciendo desde hace muchos años. Pero piensa que el abordaje transversal es más potente porque es difícil contagiar empatía sin practicarla. También está de acuerdo el psicólogo Luis de la Herrán: «Lo idóneo es que haya una coherencia en todo el colegio».

Sin embargo, los hay que se preguntan si deben ser los profesores los encargados de un aspecto que se debe recibir en familia: «Está claro que si en casa y en el colegio se rema en la misma dirección es mejor. Pero he visto cómo han evolucionado niños que en su casa no tenían ningún ambiente de ayudar al otro y son ahora muy solidarios», dice Ibarrola. Al empatizar, se aprecia el papel de la suerte y las circunstancias en la vida de cada uno y, a la vez, se ayuda a los demás, una especie de vacuna contra el acoso escolar, por ejemplo. «Nunca ha habido tanto voluntariado como en estos años», explica Ibarrola, sobre las consecuencias positivas en los colegios.

Para conseguir apreciar las circunstancias personales propias y de los demás nació Real Lives, de Neeti Solutions, un videojuego de simulación de vidas, según explica Parag Mankeekar, su creador: «Cuando naces en el juego es casi como si pudieras vivir la vida de otra persona en el planeta», que puede ser una niña afgana o un campesino brasileño, por ejemplo. El programa ha acumulado el máximo de estadísticas para conseguir una aproximación certera a cómo son las vidas de esas personas que, además, tendrán que tomar decisiones y no siempre fáciles, lo que hace que se enfatice también el concepto de responsabilidad.

Pero no hay que irse a las nuevas tecnologías. Begoña Ibarrola recuerda que la literatura y el cine siempre han sido buenos vehículos para vivir otras vidas y entenderlas y cita el premiado corto Cuerdas como ejemplo, donde se narra la vida de un niño paralítico cerebral. «Si no hay emoción, no hay aprendizaje», recuerda Luis de la Herrán: «Tienen que ser capaces de conmover y emocionar». Ibarrola también aconseja usar juegos con niños en los que aprendan a identificar estados de ánimo con lenguaje no verbal.

La empatía choca con el egoísmo, que se fomenta en una sociedad con padres que sobreprotegen a sus hijos y les permiten actuar en ocasiones como los tiranos. «Si eres empático, no te puedes considerar el rey del mundo», añade Ibarrola y eres más feliz en la medida en la que aprecias las circunstancias de los demás. «No es una moda. Si se estudia, se ve cómo parte de la supervivencia del grupo depende de ella, de la colaboración», añade De la Herrán, que también explica que la cooperación no está reñida con unas normas para poder funcionar en grupo o en familia.

Rafael Guardiola, profesor de Filosofía, explica que «la dualidad razón y pasión es un clásico. La inteligencia emocional es clave en una educación ético-cívica. Los filósofos podemos aportar nuestra dedicación profesional a los placeres del entendimiento», pero ve la empatía como algo que se consiga de manera transversal.

¿Se nota la educación en empatía cuando se estudia con daneses? Evelyn Blázquez vivió allí en sus años universitarios: «Encontré mucha solidaridad entre compañeros y profesores. La mayoría del tiempo lo pasábamos reunidos en grupos de trabajo. Al ser extranjera, y eso que vivía allí con mi hermana gemela, ellos ponían especial interés en nuestro bienestar, incluso nos invitaban a comer a su casa cuando se enteraron de que no volvíamos a España en Navidad». La empatía se puede empezar a intentar en cualquier momento.

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