Opinión

EDITORIAL

La corrupción pone en peligro la estabilidad de la democracia

SANTI DONAIRE

El auto de prisión contra el ex presidente madrileño Ignacio González, al que ha tenido acceso EL MUNDO, dibuja la más desoladora situación que haya podido leerse sobre nuestro país en los últimos años. Según detalla el juez Velasco en su texto, no estamos ante una práctica corrupta fruto de unos cuantos políticos y empresarios desleales que pusieron la administración pública a su particular disposición, sino ante una "organización criminal" que ha horadado las estructuras de nuestro sistema y amenaza con hacerlo caer.

La red creada por González, integrada por algunos de sus familiares, testaferros y unos cuantos directivos del Canal de Isabel II, tenía el propósito de desfalcar las arcas de la Comunidad de Madrid para enriquecerse personalmente y financiar de forma ilegal al PP. Para ello, el que fuera número uno de los populares madrileños no dudó en poner al servicio de esa actividad criminal con ramificaciones en Latinoamérica al Canal de Isabel II, la empresa de gestión del agua de titularidad pública, y diversas instituciones y organismos como la Agencia de Informática y Comunicaciones de la CAM. Sólo en una de sus operaciones, la compra de la brasileña Emissao, se provocó una "lesión al patrimonio público madrileño de 25 millones de dólares aproximadamente", según puede leerse en el auto. En éste se describen minuciosamente otras actuaciones delictivas que pasan por el "desvío de fondos a su círculo familiar más cercano", el cobro de comisiones ilegales, el blanqueo de capitales y misteriosas operaciones en cuentas off shore a través de sociedades opacas y testaferros. La lista de delitos que se le imputan a Ignacio González y al resto de detenidos es abrumadora e incluyen la malversación, el cohecho, el blanqueo, la falsificación documental o la prevaricación. Aunque en el auto no queda demostrado que González fuese el destinatario de comisiones a cambio de concesiones de obras públicas, queda acreditada la creación de una trama destinada al saqueo.

La situación es realmente alarmante, porque la corrupción no sólo mina la eficacia de la gestión pública, sino que contribuye al descrédito del partido que sustenta al Gobierno y por extensión de toda la clase política. La Operación Lezo ha puesto de manifiesto que el combate de la corrupción no puede pasar sólo por una legislación severa, que sin duda es necesaria, sino por la toma de conciencia de los dirigentes políticos de que estamos ante un problema medular para garantizar la estabilidad política. Es necesaria una autocrítica, no sólo del PP sino también del PSOE, que tiene abiertas varias causas por corrupción, que conduzca a una profunda y sincera regeneración ética y política que frene la pérdida de credibilidad en el sistema. No hay que olvidar que el auge de los populismos se debe en parte a que la ciudadanía, afectada duramente estos años por la crisis económica, está cansada de ver cómo parte de sus impuestos acaban en manos de políticos y empresarios sin escrúpulos ante la pasividad de la dirección de los partidos. Si además, como ha ocurrido en este caso, trascienden las maniobras del fiscal jefe Anticorrupción, Manuel Moix, para bloquear y limitar el alcance de las investigaciones, los efectos son devastadores para la confianza en nuestra democracia. La actuación de Moix, que contrasta con la de sus subordinados que han participado en el proceso, demuestra también la urgencia de acometer una reforma a fondo que desvincule definitivamente al poder judicial del poder político.

O los partidos políticos se toman en serio el combate contra la corrupción, o será la corrupción la que termine por destruir el andamiaje político construido con el esfuerzo de los españoles desde la Transición. Y el primero que debe tomar medidas es el PP, ya que sus responsabilidades de Gobierno le obligan a dar argumentos convincentes al resto de los partidos de la Cámara con los que está obligado a consensuar cuestiones tan trascendentales como la próxima aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. El PP no puede seguir ignorando la corrupción y debe hacer frente al enorme problema que supone, reconociendo sus errores del pasado y tomando medidas eficaces para evitar que vuelvan a reproducirse situaciones similares. Gobernar con la constante sospecha de la corrupción es condenar a España a vivir en una permanente inestabilidad política y social, que sólo se superará cuando se impongan la ejemplaridad ética y los ciudadanos puedan volver a confiar en sus representantes.

9 Comentarios

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No hay que pedir la independencia de los jueces: la tienen ya: cada uno tiene su criterio y su partido favorito: es la libertad de cátedra de los profesores universitarios.Los hay como nos gustan y como no nos gustan. Es totalitarisno pedir jueces uniformes, cortados por el mismo patrón. Igual que las personas, nadoie es igual a nadie: en la Justicia debe prevalecer la heterogeneidad. Y si nos disgusta, esperemos a que venga Dios y nos juzgue, peazo de totalitarios que sois todos, que todo viene de los mismo: tenéis un pensamiento acristianizado, con la idea de una Justicia impoluta, la divina. En el mundo no hay de eso. A ver si dejamos de ser utópicos. Y asumimos que hay cosas que nos gustan y cosas que no, como le pasa a todo el mundo. A nuestros enemigos políticos también.

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Es cosa de ver el vaso medio lleno o medio vacío: yo no veo corrupción, yo veo que la Justicia y el Estado de Derecho funcionan. Cuando Franco no pasaba esto: había corrupción y nadie se enteraba. Con el estado que pretenden los bolivarianos populistas de Podemos, tampoco pasará esto.: amordazarán a la Prensa y nunca habrá corrupción, o sea, dejará de existir el Estado de Derecho. Estamos de ENHORABUENA,: estás cosas se descubren se llevan al juzgado y todos sabemos quien sisa y tiene su merecido. Estoy contentísimo.

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@youtube.la.honorable.sociedad #4 , no estoy diciendo que sigamos como estamos, sino que hay que independizar a los jueces, antes de independizar el poder judicial. No es tarea sencilla. porque los errores acumulados tienen su poder inercial. Habría que comenzar por que los jueces asumieran el papel de poder aristocrático (aristocracia del saber jurídico) independiente que quería Montesquieu, encargado de controlar a la democracia, no de promoverla como han pensado muchos en España. Habría que inhabilitar para la funciòn de juez de políticos a cualquier ciudadano que haya militado en un partido político o sindicato o asociación de carácter político, habría que suprimir esas asociaciones de jueces que vienen a ser sucursales de partidos. Y entonces, si a la independencia del poder judicial.

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@youtube.la.honorable.sociedad #1 , pedir la independencia del poder judicial para conseguir una justicia que persiga a los políticos corruptos, en un país como el nuestro en el que los jueces pueden estar politizados ya desde que son estudiantes de derecho, en el que buena parte los jueces pertenecen a asociaciones que vienen a ser sucursales de los partidos políticos, pedir la independencia en esas condiciones -digo- es poner las cosas peor de lo que están. Por lo demás estamos viendo que sí hay jueces para perseguir a polìticos corruptos, aunque se diría que su celo es más o menos intenso dependiendo de que el partido del político sea más o menos afín a los gustos políticos de tales jueces.

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Ayer comentábamos un artículo del Sr. Cuartango, atribuyendo la corrupción de los gobernantes a un fallo en el sistema de pesos y contrapesos de la democracia, siendo así que la democracia nunca ha tenido tal estructura, que es propia de la república romana, más aún tiende de suyo a eliminar cualquier atisbo de la misma. Y hoy nos desayunamos con este editorial en que dice que la corrupción pone en peligro la estabilidad de nuestra democracia ¿Qué quiere decir con ello? ¿Acaso que nuestra socialdemocracia puede ser sustituida por la democracia liberal norteamericana, o por el modelo británico de la Ilustraciòn (que imita la república romana) con el rey y la doble cámara elegida por dos cuerpos de electores? Pues, no lo creo. La carga de demagogia que tiene la socialdemocracia desde sus orígenes se acentúa echando la culpa de nuestros males a esa "corrupción", que cuantificada es bastante insignificante frente al billón de deuda pública.

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dar independencia al poder judicial, pero no lo haréis no os interesa, por lo cual la corrupción seguirá, quien hizo la ley hizo la trampa