Era electricidad pura en el campo y esa fueza le costó la vida. La eterna sonrisa de Dalian Atkinson (1968-2016) se apagó ayer en un oscuro incidente en la ciudad de Telford, a un poco más de media hora en coche de Birmingham. Una llamada a la West Mercia Police advirtiendo de un incidente acabó con el uso de una pistola de electrochoque (Taser) que le costó la vida al que fuera jugador de la Real Sociedad en la temporada 90-91. Las autoridades británicas se limitaron a informar de un caso en el que se aplicó el protocolo habitual, de un intento de reanimación y del fallecimiento del hombre de 48 años sobre las tres de la mañana".
El uso de ese arma, que provoca un enorme espasmo muscular de apenas unos segundos y que se supone no es mortal, lleva meses siendo centro de un intenso debate en el Reino Unido que ayer se reabrió con la muerte del que fuera jugador de Ipswich Town, Sheffield Wednesday, Real, Aston Villa, Fenerbhaçe, Metz o Manchester City.
Atkinson llegó a la Real en el verano de 1991. Sólo estuvo un año en Donosti, pero le bastó para ganarse a la afición de la Real. Velocidad pura (su madre era una velocista), su paso por la Liga fue tan fugaz como impactante. "El año que estuvo se hizo querer, porque era un buen tipo y seguro que todos le recordamos bien. Tenía sus cosas, como todos, pero era un bonachón. Y futbolísticamente, creo que nunca he visto un jugador tan potente como él. Era una pasada. Era muy rápido, pero es que además tenía muy buena técnica y era muy listo. Ha sido una noticia tremenda", recuerda con MARCA Juan Antonio Larrañaga.
Mil anécdotas
Esa velocidad en el campo la continuaba cuando se subía a un Porsche rojo que se hizo famoso y temido en San Sebastián. Con él atropelló a una mujer que le denunció e hizo que la Ertzaintza tuviera que llegar hasta el garaje de Dalian para desmontar su coartada. Y con él se estrelló contra las barandillas de la playa de La Concha.
A Donosti llegó con el apodo de Tyson (idolatraba al boxeador estadounidense, al igual que a Sugar Ray Leonard, Pelé y Laurie Cunningham) y pronto fue bautizado como Txipiron. No le importó nada porque le encantaron cuando los probó apenas unas horas antes de jugar su primer partido con la Real en casa, un amistoso contra el Twente en el que marcó a los 10 minutos de saltar al campo.
"Estuvo poco tiempo, pero dejó huella futbolística y humanamente. Era un jugador de los mejores que he visto a nivel físico y de potencia, que pudo haber llegado mucho más lejos. Y como persona, tuve una gran relación con él, porque era muy abierto y hablaba con todos en el vestuario. Fue un gran compañero y un gran futbolista el año que estuvo en la Real", rememora otro de sus compañeros aquel año en la Real que entrenaba Boronat, Dadie. Este lunes apagaron la sonrisa del 10 que era una centella sobre el terreno de juego, el chico al que si no le daban ese dorsal lo tenía claro: "O ese número o no juego".