Orgullo Gay 2017

Violación 'correctiva', insultos y humillaciones: así es el día a día en una clínica de 'deshomosexualización'

Mujeres forzadas a hacer ejercicio PAOLA PAREDES

La ecuatoriana Paola Paredes investiga las clínicas de conversión y las retrata en su colección de imágenes 'Hasta que cambies'

ÁLBUM: 21 técnicas para 'deshomosexualizar' en 21 fotos

Disfrazadas de instituciones para tratar el alcoholismo y otras adicciones, cientos de homosexuales y transexuales son ingresados por sus familias en estos centros que prometen curar la homosexualidad de manera clandestina. En Ecuador hay más 200 clínicas que por 800 dólares estadounidenses al mes dicen sanar una enfermedad a base de tortura emocional y física.

A través de la serie fotográfica Hasta que cambies, Paola Paredes cuenta los brutales tratamientos diarios que reciben los "pacientes" de estas clínicas de conversión para homosexuales y transexuales. Es el resultado de una investigación a fondo. No sólo entrevistó a varias mujeres que habían estado encarceladas y habían sufrido abusos en estos sitios, sino que visitó una de estas instalaciones buscando más información, llevando un micrófono escondido en el sujetador. Además, recreó en esta serie de instantáneas -protagonizadas por ella- lo que le contaron.

Sin necesidad de palabras, Paredes narra lo que sucede en esas clínicas donde las humillaciones son el pan de cada día. Régimen de feminidad forzada en forma de maquillaje, faldas cortas y tacones altos para convertir a las mujeres en "reales"; violación "correctiva"; tortura con soga y guantes; maltrato psicológico con insultos; horas de escucha de música católica; alimentación forzosa y "vitaminas" sin etiqueta que provocan insomnio o pérdidas de memoria.

La primera vez que fue consciente de la existencia de estas clínicas fue hace cuatro años por boca de una amiga. "En ese momento no había salido todavía del armario, así que la historia me llegó de una manera muy personal", comienza a narrar la fotógrafa vía telefónica a FCINCO. Su primer pensamiento fue que ella podía ser una más a la que su familia enviaba allí para que la deshomosexualizasen. Dos años después, sentó a su familia alrededor de una mesa y les contó que era lesbiana. Tuvo suerte. La que muchos jóvenes no tienen en Ecuador.

Funcionan de manera independiente y están en lugares remotos, normalmente en pueblos pequeños y zonas rurales. "No son parte de ninguna entidad del Gobierno. Pero el Ministerio de Salud Pública es el encargado de regular estas clínicas. Si se enterase de que encierran homosexuales dentro tendrían que cerrarlas porque en Ecuador es ilegal encarcelar a personas por su orientación sexual", nos explica.

Pese a las denuncias de personas que han sido torturadas en estos centros y el boom mediático que hubo en 2011, pocos son conscientes de las barbaridades que ocurren entre sus paredes. El precio, que oscila entre los 500 y 800 dólares mensuales, es otro incentivo para que estas clínicas se arriesguen y vean la heterosexualidad forzada en homosexuales y transexuales un tipo de negocio que está en auge.

Paredes no dejó de luchar hasta saber qué ocurría ahí dentro: "Durante meses estuve entrevistando a una chica que había estado en una de estas clínicas. Tuvimos varias conversaciones telefónicas, correspondencia por correo, incluso compartió diarios conmigo", nos dice desde el otro lado del charco.

El trauma persigue a las personas que salen de las clínicas y sufren trastorno de estrés postraumático. Los tratamientos consiguen sembrarles la duda sobre su homosexualidad y existencia y años después de salir siguen intentando recuperar su vida. "Una de las chicas con las que me entrevisté, salió hace dos años y todavía lo está superando", cuenta. "Desde que abandonaron el centro, algunas tienen conflicto con su homosexualidad. Ellas mismas se preguntan por qué son lesbianas", añade.

Para completar su investigación, Paredes decidió visitar uno de esos centros acompañada por su familia con la excusa de que tenían una prima alcohólica. Les sorprendió la mujer que les atendió: "Había oído historias que me habían contado sobre ella. Parecía una persona amable, abierta y me mostró la clínica como si fuera el paraíso. Lo vendió como si la prima que nos habíamos inventado fuera a pasarlo bien allí". Las localizaciones que se ven en las fotografías están inspiradas en ese centro. Mientras por fuera parecía un sitio derruido y mal cuidado, por dentro era totalmente hospitalario.

La imágenes son la continuación de su primer proyecto, Unveiled, en las que inmortaliza el momento en el que comunica a su familia que es homosexual. Las fotos cuentan aquello que hubiese ocurrido si su entorno no la hubiese aceptado. "Busqué la manera de contar la historia de una manera ética, sin hacer daño a nadie. Salir en esas imágenes les haría revivir escenas violentas", confiesa.

Con estas imágenes, la joven ecuatoriana pretende denunciar estas prácticas. Desde 2014 ha estado trabajando activamente en temas que afectan a la población LGTBI en Ecuador. Y a través de una campaña de crowdfunding, junto a la Fundación Causana, una de las organizaciones de LGTBI más grandes del país, quiere crear conciencia y llamar la atención de la opinión pública, conseguir que cierren estos lugares y promover el apoyo psicológico a las víctimas. Su intención es impartir charlas en Ecuador sobre la homosexualidad y los derechos humanos para llegar a más de cinco millones de personas, a través de escuelas, universidades y pequeñas ciudades.