Crónica

CRÓNICA

Hallazgo en los Pirineos

La caja del tesoro de Julio Verne

La caja encontrada en los Pirineos franceses, muy deteriorada. El misterioso objeto de Julio Verne está siendo analizado en la Universidad Descartes de París para conocer su contenido.

Se trata de una vieja caja de metal que el autor de 'La Isla Misteriosa' habría dejado enterrada cerca de su pueblo

¿El último enigma de Julio Verne va a ser desvelado? La noticia ha recorrido el mundo entero

Esta es una de esas historias tan endiabladamente buenas que de inmediato necesita ser contada... o no. Ustedes dirán, en cuanto acaben de leer este reportaje, pero mientras tanto, pónganse en escena. Una tarde lluviosa de primavera en París, hace cuatro meses. Un profesor de arqueología de la Universidad de la capital francesa está realizando un aburrido trabajo de clasificación de material documental. De repente, revisando una caja de viejos legajos, una foto llama su atención.

El doctor Elouan Beauséjour, el protagonista de nuestra historia, acababa de tropezar con unas viejas fotos de la tumba de Julio Verne, situada en el Cementerio de la Madelaine, en Amiens (Francia). El sepulcro del autor de Veinte mil leguas de viaje submarino es cualquier cosa menos corriente. Del suelo donde está enterrado el ataúd surge una figura humana con la cara del escritor -se usó el molde mortuorio de cera para hacer la figura-, levantando la lápida con un golpe violento, aún medio envuelto en el sudario y con el brazo derecho apuntando hacia el cielo, como si quisiera retar a la muerte y demostrar que aún sigue vivo. Detrás de la figura se yergue la estela con el nombre del autor de La Isla Misteriosa y por su parte trasera hay una serie de extraños grabados de difícil interpretación.

Examinando esos grabados algo llamó la atención del doctor Beuaséjour. Parecía haber un patrón en ellos, algo que les dotaba de un significado oculto a plena vista durante todo este tiempo. Intrigado, amplió esos extraños dibujos y pronto llegó a la conclusión de que estaban conectados con varias de las obras universales de Julio Verne. Dichos grabados serían, según el doctor Beauséjour, indicadores para buscar un mensaje escondido entre las miles de páginas escritas por Verne a lo largo de toda su carrera. Eso le llevó a sumergirse durante meses en las novelas del escritor, buscando los puntos de conexión entre los textos y los símbolos que estaban esculpidos en la parte trasera de la lápida.

A medida que avanzaba en su investigación el doctor Beausejour descubrió, con un escalofrío de emoción, que las pistas indicaban un lugar. Según iba desentrañando el enigma planteado por Verne en forma de acertijo a través de las páginas de Cinco semanas en globo o Viaje al centro de la Tierra, el arqueólogo fue descubriendo con estupor que Verne habría dejado enterrada una caja de metal en un lugar indeterminado del sur de Francia, con un contenido asombroso. Para dejarlo claro, Julio Verne habría dejado en su propia tumba una especie de mapa del tesoro, que conduciría al punto donde se habría visto obligado a enterrar algo que no podía revelar en el momento de su muerte.

"Con esta información y usando complejos algoritmos de geolocalización, el equipo fue capaz de identificar el área en que podría localizarse algún objeto relacionado con Verne" según reza la nota de prensa difundida por la universidad parisina. En cuestión de horas el contenido del comunicado fue difundido por docenas de medios de todo el mundo, seducidos por la historia y por el marchamo de autenticidad que le daba una institución de tanto renombre como la Universidad Descartes de París.

A estas alturas, no me digan que no están entusiasmados. Una universidad francesa, con un arqueólogo a la cabeza, a la búsqueda del tesoro oculto dejado por el padre de la moderna literatura de fantasía. Pues la cosa aún mejora.

A lo largo de las siguientes semanas, el equipo del doctor Beauséjour, comenzó a recorrer los Pirineos franceses junto con sus asociados del Club de Exploradores de Nueva York. Puede que el nombre de este club no les diga nada, pero entre sus miembros han estado Robert Peary, Roald Admundsen, Sir Edmund Hillary, Jacques Piccard o Neil Armstrong, entre otros insignes pioneros. El club de los mayores exploradores de todos los tiempos reforzaba así con su prestigio la búsqueda del tesoro perdido de Verne, que pese a no ser un gran viajero en persona (en realidad el francés apenas viajó) a través de su obra incendió la mente de varias generaciones y les hizo creer que la aventura estaba más allá del primer paso del camino y que los viajes son, en esencia, una de las más maravillosas experiencias que puede disfrutar el ser humano.

La búsqueda se fue concentrando en una zona de los Pirineos franceses, cercana a la Occitania. Allí, gracias al uso de drones y de un radar de penetración en tierra localizaron finalmente una pista que resultaba prometedora. En una zona boscosa, las imágenes del radar revelaban la existencia de una caja metálica de poco más de medio metro de largo con un asa a un lado, enterrada a poca profundidad. Podemos imaginarnos la emoción del momento cuando los investigadores comenzaron a apartar capas de humus centenario en medio del bosque pirenaico, hasta dejar a la vista el terreno y poder comenzar a cavar. Al cabo de un rato un sonido metálico les hizo saber que habían tropezado con algo. Con cautela retiraron los restos de tierra y por fin pudieron extraer lo que estaba en el fondo del hoyo. Una caja oxidada, con un grueso candado manteniendo a buen recaudo sus secretos. La emoción embargó al equipo, que se empezó a abrazar, entusiasmado. Habían resuelto el último enigma de Julio Verne.

La noticia saltó inmediatamente a todas partes. Si hacen una búsqueda en internet verán que apareció de forma destacada en los principales diarios del mundo. La cápsula del tiempo de Verne, oculta durante más de un siglo, por fin había sido encontrada.

Ya, ya lo sé, todo eso está muy bien, pero les oigo preguntarse ¿Qué diablos había dentro de la caja? Pues en un sorprendente giro de guión, el misterio debe esperar un poco más para ser resuelto. Al parecer, el largo tiempo pasado en los Pirineos y la acidez y humedad de la tierra habrían deteriorado bastante la caja, hasta el punto de hacer ilegibles los grabados que la recubrían y posiblemente habrían dañado de forma irremediable el contenido de la misma. Por eso, actualmente el contenido de la caja de Verne está siendo analizado en la Universidad Descartes de París "en un entorno que garantice la conservación y la no contaminación de los elementos encontrados en su interior", según un comunicado de la entidad académica.

Y es que, según el doctor Beauséjour, por el momento no ha sido posible probar de manera concluyente que la caja y su contenido pertenezcan a Julio Verne. Sin embargo, todo apunta a la posibilidad de que en su interior se puedan descubrir documentos inéditos del escritor". A lo largo de las próximas semanas, una vez que el contenido haya sido convenientemente estabilizado y analizado, el doctor Beauséjour dará una rueda de prensa a nivel a mundial donde revelará sus hallazgos, y por fin, el último misterio de Verne será expuesto al mundo.

Llegados a este punto, mi emoción se mezclaba con una cierta sensación de inquietud. La historia era buena, muy buena, tan buena que algo me decía que tenía que haber gato encerrado. En una época tan dada a los artificios, los montajes publicitarios y los bulos y leyendas urbanas, resulta sospechoso tropezar con algo así. Hay un dicho común sobre que la realidad siempre supera a la ficción, pero yo, que me gano la vida escribiendo ficción, sé a ciencia cierta que la realidad nunca es tan "perfecta" y que las piezas de una historia jamás encajan entre si con tanta limpieza. Así que empecé a tirar del hilo.

Sí, Elouan Beauséjour es real. Es un arqueólogo de la Universidad Descartes de Paris, una persona real, con cara, actividad en redes sociales y con un correo electrónico que conduce directamente a la página web de la Universidad parisina. Es doctorado en arqueología y bellas artes por dicho centro y su investigación sobre Verne es auténtica. Y sí, su correo electrónico y la página web relacionada con la investigación de Verne conducen a la web de la Universidad parisina, pero dicha página fue registrada hace apenas un mes y redirecciona a la web oficial de la universidad a través de una serie de iframes bastante sospechosa (aunque podría ser una simple chapuza de los informáticos de la Descartes, por otro lado).

Por otra parte, en la base de datos de la Descartes no aparece ningún profesor titular en activo con el apellido Beuaséjour, (aunque es cierto que podría estar como profesor asociado y no figurar en dicho índice). Ha sido imposible contactar directamente con Beausejour, lo cual deja este importante extremo en el aire.

Para rematar el asunto, en la web del Explorers Club de Nueva York no hay una sola referencia a su supuesta colaboración en la búsqueda del tesoro de Verne, ni un solo comunicado de prensa al respecto. Nada. Es como si ellos no tuviesen nada que ver en el asunto.

Si bien es cierto que por sí mismo ninguno de estos hechos hace falsa a la historia, sí que es verdad que la suma de todos ellos le da un tufo a montaje que resulta difícil de evitar. Así que llegamos al punto en el que no está claro si estamos ante uno de los descubrimientos más apasionantes de la década o si por el contrario se trata de un elaborado plan tramado por Elouan Beauséjour para promocionar un libro, un documental o algo por el estilo. Quién sabe. Juzguen ustedes mismos y saquen sus propias conclusiones.

Yo, en todo caso, tengo una deuda enorme con Julio Verne. Gracias a él descubrí la magia de la literatura, comencé a soñar en mayúsculas, viajé por todo el mundo siendo un crío y descubrí que algún día quería contar mis propias historias. Aunque sólo sea por eso, y sabiendo que probablemente me equivoco, escojo creer que toda esta historia es real y que dentro de unas semanas asistiremos asombrados a la presentación de una historia increíble que el gran maestro de las letras dejó oculto en pistas sobre su propia tumba y que solo ahora podemos ver. Ustedes, por supuesto, son libres de hacer lo que quieran, pero por una vez me atrevo a pedirles que se dejen llevar por su imaginación.

Porque, qué demonios. Verne se lo merece.