De momento, los críticos han errado el cañonazo. Demasiado estropicio para tan poca cosecha. Su único logro ha sido obligar, por la vía de los hechos, a convertir la propuesta inicial de Sánchez de convocar un Congreso ordinario en la celebración de uno extraordinario. O sea, primero acortar los plazos y luego ganar tiempo para rearmar el partido en la oposición. De poco servirá la acometida si Sánchez aguanta un mes aferrado a su puesto. Si hoy no hay armisticio entre susanistas y sanchistas, su única salida es forzar las elecciones, precisamente lo que pretenden evitar los barones.
«No he montado» este lío para acabar en las urnas, asegura por lo bajini Susana Díaz. Sin embargo, la bravuconada puede costarle cara a los disidentes. Sánchez no ha disuelto la Comisión Ejecutiva ni tiene por qué hacerlo. La declara en funciones porque ya es inevitable el Congreso. Sólo la Ejecutiva puede nombrar una gestora, cuya constitución en ningún caso es producto de un proceso automático. Sánchez caerá tarde o temprano. Pero los críticos no sólo calcularon mal, se mostraron precipitados, torpes, timoratos y farisaicos. Echaron cuentas y temieron presentar una moción de censura. Tampoco expusieron en bloque y abiertamente su disposición a la abstención en la investidura de Rajoy. Dejaron a Sánchez articular el discurso que mejor le convenía aunque fuera falaz y accesorio.
El futuro del PSOE no se juega en el no a Rajoy, sino en el combate contra Podemos. El empecinado Sánchez tuvo bajo su felpudo las «llaves de la legislatura» -como escribía ayer Nicolás Redondo- y las tiró al río. Renunció a centrar el partido, condicionar la agenda de Gobierno y quitarse de encima a Iglesias. Prefirió la alquimia y el coqueteo; se dedicó a hablar de «las derechas, la gente y la emergencia social». Imitó y repitió las consignas de su adversario y renunció, con su aliento en el cogote, a proponerse como alternativa.
Con un partido en riesgo cierto de derrumbe, Podemos le ofrece el andamiaje a Sánchez. De entrada ya le ha prestado a sus bases para orquestar el ruido. Errejón sostiene que su aparato es verdaderamente democrático porque surgió del 15-M y de los círculos -en fin...-. La democracia radica en las bases -y en la juventud-. Es el argumento más podemizante y pueril de todos los esgrimidos por el sanchismo. Ignoran que el partido es incluso de sus no votantes. La democracia radica en toda su estructura, pues los órganos configuran la representación de los distintos cuerpos. Argüir que no existen mecanismos internos para echar a Sánchez porque tiene el apoyo de la militancia es negar la idea misma de representación. Éste es el debate de fondo. Gana Podemos.